Capítulo
16
La dejó suave y
tiernamente sobre su ancha cama.
M: ¿Quieres que
deje encendida una luz? (le preguntó).
Victoria tiró de
su brazo para que se sentara junto a ella, le acarició el hombro con suavidad,
V: Puedo
sentirte mejor si no te veo (susurró).
Marcos rió con
suavidad.
M: ¿Y cómo me
sientes?
V: Increíblemente
bien.
M: Hm (él
suspiró complacido cuando ella dejó que sus dedos le exploraran a su gusto el
torso). Oh, Victoria (posó una mano
sobre su cadera y la atrajo hacia él). ¿No
te alegras de que los hombres y las mujeres no seamos iguales?
V: Nunca he
dicho que lo seamos (murmuró ella, deslizando la mano hacia la firme superficie
dura del estómago de Marcos).
Marcos la instó
a tumbarse y se inclinó para besarle los senos.
Sus labios se cerraron alrededor de un pezón y lo acarició con avidez y
luego le pasó la lengua por la rosada punta hinchada. Victoria gimió de placer.
M: Doy gracias a
Dios por eso (murmuró Marcos antes de cubrir el otro pezón con la boca.
V: Ahora me toca
a mí (jadeó Victoria, escabulléndose).
Marcos alzó la
cabeza y la miró con curiosidad. En su
expresión había regocijo y algo más… desafío. La estaba retando a que tomara la iniciativa. Marcos acomodó la cabeza en la almohada y la
observó con curiosidad mientras ella le buscaba con los dedos una de las
tetillas. Al localizarla, inclinó la
cabeza para besarla. Casi
inmediatamente, la tierna carne se endureció entre sus labios y cuando su
lengua se aventuró a lamerla, Marcos lanzó un gemido. Victoria se incorporó y preguntó
V: ¿Te hago
daño?
M: ¡Oh no! (contestó
él sin aliento).
Victoria se
inclinó y buscó la otra tetilla. Ésta
también creció cuando ella la besó y cuando la mordisqueó ligeramente sintió
que todos los músculos del cuerpo se ponían tensos.
V: Ahí tienes (declaró
la feminista, tan excitada como Marcos al apartarse de él). Diferentes, pero iguales. Espero haberte convencido.
M: No me has
convencido de nada (dijo Marcos con obstinación, girando sobre un costado y
pasándole una pierna sobre las caderas para sujetarla). Pero no pienso discutir el asunto contigo en
este momento (sus labios la abrumaron con un candente beso y Victoria admitió
en silencio que no era el momento más adecuado para discusiones filosóficas
respecto a la igualdad de los sexos).
Marcos susurro
con voz profunda, enronquecida:
M: Victoria...
mujer. No me odias. Realmente no me
odias.
V: No te odio (admitió
ella).
M: Incluso te
gusto (sugirió él).
V: Más que eso,
Marcos (confesó la joven). Mucho más que
eso.
Marcos la atrae
nuevamente hacia su cuerpo.
M: No sabes lo
que yo soñé con tenerte así, sentirte contra mi cuerpo. Ay Victoria, que
piel tiene, ahhh, que olor, tu perfume, tu piel, tu cara, me encantas toda, me
vuelve loco, loquito… Victoria te deseo
tanto que no puedo pensar con claridad.
Sus labios se
movían rápidamente por las mejillas y los párpados de Victoria.
M: Te voy a
demostrar cuánto te deseo. Quiero sentir cada milímetro de tu cuerpo
contra el mío.
Marcos comenzó a
besar a Victoria toda su cara, la besaba desde la frente, mejillas, quijadas,
hasta llegar a su cuello, terminando en los labios de Victoria. Besándola
como si con ello se le fuera la vida, transmitiéndole todo la pasión que le
tenía guardado.
M: Victoria,
sabes a dónde te voy a llevar nuevamente (le pregunta hiperventilado)
V: ¿A dónde?
M: Al fin del
Mundo…(Hiperventilado) ¿Quieres que te lleve?
V: Si llévame,
Marcos
M: Pídemelo,
Victoria.
V: Llévame, llévame
al Fin del Mundo, Marcos
Fue una orden
tácita, la que Victoria le expresó a Marcos. El aturdido cerebro de
Marcos empezó a percibir algunas cosas. Victoria olía a melocotones y sus
labios de forma perfecta estaban ligeramente entreabiertos como suplicando otro
beso. Pero eso no fue lo único que percibió. El cuerpo de Marcos
respondía al volver a hacer contacto contra el cuerpo de la mujer que la traía
loco por lo que cierta parte de su anatomía respondía de forma muy masculina y
explosiva.
Marcos dibujó la
boca de ella con su lengua para a continuación fundirse en ella en un profundo
beso que provocó en Victoria agudas punzadas de placer por todo su cuerpo.
Por un momento pensó que iba a derretirse. Era como si sus huesos se hubieran vuelto de goma y en lugar de sangre, corriera por sus venas miel
caliente.
Marcos enredó
sus dedos en el cabello de Victoria para mantenerla así cautiva mientras
acariciaba con la lengua sus zonas erógenas más recónditas. Victoria
también podía saborear su pasión. Su pulso se aceleró y se le disparó la
temperatura. Por su parte Marcos le estaba demostrando que sentía lo que
decía de tal forma que ya no le quedaba la menor duda de que él la deseaba y estaba
completamente enamorado de ella.
Lentamente,
Marcos fue relajando la presión de su boca sobre la de ella hasta interrumpir
el beso.
Victoria le hizo
sentir a Marcos que ya estaba preparada para recibirlo a él. Marcos entra
en Victoria con suavidad pero a la misma vez con firmeza. Ya hundido en
el cuerpo de ella como estaba, sus músculos luchaban por ponerse en tensión
para completar el acto amoroso, pero Marcos los ignoró. No iba a dejarse
llevar por la lujuria antes de estar seguro de que Victoria estaba lista para
recibir placer. A partir de ahora, siempre que te haga el amor, te voy a
llevar al fin de mundo donde solamente tú y yo existamos.
La miró tiernamente
y esperó a detectar un gesto de aceptación en los bellos ojos de Victoria. Entonces,
empezó a moverse con mucho cuidado con los ojos cerrados, concentrándose para
no perder el control. En su esfuerzo por reprimirse, mantenía los ojos
cerrados con tal fuerza que veía destellos de colores en sus párpados.
Pero se resistía a dejarse llevar. Victoria confiaba en él.
Cuando Marcos sintió que ella respondía a sus movimientos, abrió los ojos para
buscar en la mirada de ella un anhelo igual al suyo. Aceleró el ritmo al
que se movía sin dejar de mirarla. Las mejillas de Victoria resplandecían
por la pasión. Marcos sentía la presión de los músculos internos de
Victoria mientras que ella se acercaba al punto cumbre de su pasión.
M: Eso es, Victoria
(jadeó él). Déjate llevar.
Cuando Victoria
hundió sus uñas en la espalda de Marcos mientras gemía su nombre, Marcos supo
que ella estaba a punto de llegar. Pegándose aún más a ella, intensificó
el ritmo de sus movimientos hasta que sintió cómo Victoria se relajaba
repentinamente y liberaba toda su tensión. El clímax de ella desencadenó
el suyo, y estremecido por su intensidad, Marcos no se detuvo hasta derramarse
dentro de ella.
Volvieron a
hacer el amor frenética y desesperadamente y cuando descendieron de las cimas
del éxtasis, Victoria se acurrucó en el firme refugio de los brazos masculinos
de Marcos, disfrutando de la apacible oscuridad que los rodeaba y se quedó dormida.
Continuará….
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