Capítulo
17
Al despertar,
descubrió que estaba sola en la cama. Marcos
había subido la persiana para que entrara la luz del sol en la habitación y
Victoria miró a su alrededor con fascinación.
El cuarto de Marcos estaba razonablemente ordenado y limpio, si se tenía
en cuenta que era el de un soltero.
V: Vaya un
pensamiento más machista (se dijo a sí misma con una amplia sonrisa).
El hecho de que
ella tuviera su habitación más arreglada no tenía nada que ven con su sexo sino
con su obsesión por el orden y la limpieza. Aunque Marcos había dejado varios artículos y
prendas de vestir dispersos por el suelo, al menos los muebles no tenían polvo.
No se sentía
turbada o desilusionada por haber despertado sola, había dejado que Marcos se
fuera a dormir temprano la noche anterior y ahora él le estaba pagando el favor
permitiéndole dormir hasta tarde mientras él cuidaba de Lautaro. Más que sentirse abandonaba, estaba conmovida
por su consideración.
Se desperezó,
saboreando por un momento el lujo de tener para ella sola la enorme cama y
disfrutando aún más profundamente la idea de haberla compartido con Marcos. El recuerdo de su pasión y su sensibilidad
hizo asomar una sonrisa a los labios de la joven. Le hubiera encantado no levantarse en todo el
día, reviviendo en su mente la dicha que había experimentado con él la noche
anterior, pero se obligó a echar a un lado las sábanas para ponerse de pie y
enfrentarse al mundo.
Sólo Dios sabía
a qué tormentos estaría sometiendo Lautaro a su tío aquella mañana. Debía vestirse y bajar a echarle una mano. El problema era que todas sus ropas estaban
abajo, en la sala.
No podía bajar
desnuda, aunque suponía que a Marcos no le disgustaría el espectáculo. Fue hacia el armario y lo abrió. Encontró una bata de baño y la descolgó. Después de volver a cerrar la puerta corrediza,
se puso la prenda. Naturalmente, era
demasiado grande para ella, pero le serviría para no tener que bajar desnuda a
recoger su ropa.
Cuando salió al
pasillo oyó la voz de Marcos, era evidente que estaba manteniendo una animada
charla con su sobrino.
Se dirigió hacia
las escaleras, pero se paró en seco al darse cuenta de que no era el bebé quien
contestaba a las palabras de Marcos, sino una mujer.
XXX: Realmente
eres algo especial, Marcos (estaba diciendo la mujer). ¿Qué te pasa? Es casi enfermiza la forma como te comportas.
M: Oh, déjame
tranquilo (gruñó él).
XXX: ¿Que te
deje tranquilo? ¿Qué quieres que piense
cuando llego aquí y encuentro ropas de mujer dispersas por toda la sala? ¿Crees que debo respetar a un hombre que lleva
una vida como la tuya? ¿Crees que debo
confiar en ti?
M: Si hubieras
tenido la cortesía de llamar por teléfono antes de venir, habría tenido tiempo
de limpiar la sala.
XXX: Oh, por
favor, no te vayas a molestar por mí (dijo la mujer con sarcasmo).
M: Dios sabe que
ya me he molestado bastante por ti (masculló Marcos y Lautaro subrayó la
declaración de su tío con un grito agudo). Ten cuidado, ¿quieres?
XXX: ¿Que tenga
cuidado? ¿El Don Juan Tenorio de la
comarca me pide que tenga cuidado?
El estómago de
Victoria se contrajo dolorosamente. ¿Quién
era esa mujer? ¿Una conquista de Marcos?
¿Una ex-amante? Quienquiera que fuese, Victoria no quería
conocerla. Ni siquiera quería estar bajo
el mismo techo de aquella mujer.
Pero no podía
salir de la casa sin su ropa y no podía recuperarla sin bajar a la sala y no
podría bajar las escaleras sin pasar por delante de la cocina, donde estaban
Marcos y la mujer. Tampoco le pareció
apetecible la alternativa de encerrarse en el cuarto de Marcos a esperar a que
se fuera la desconocida. Quizás ella
pensara permanecer mucho tiempo allí. Quizás
incluso irrumpiera en el cuarto y la encontrara escondida allí como una
cobarde.
M: La forma en
que le tienes cogido no es la más adecuada (estaba explicando Marcos con enorme
paciencia). Le gusta tener la cara
contra tu hombro. Es por eso por lo que
se mueve tanto.
C: Es mi hijo (exclamó
la mujer). Yo sé cómo cogerle.
Si era Carol, la
hermana de Marcos. La tensión de
Victoria disminuyó, pero sólo ligeramente. Era mejor que la mujer fuera la hermana de
Marcos y no una amiguita. Pero de
cualquier manera, no le gustaba la idea de conocerla vestida sólo con la enorme
bata de su hermano. Por lo tanto, no le
quedaba otra alternativa que volver a la habitación y esperar a que Carol se
fuera. Suspirando, dio la vuelta.
M: Creo que he
oído pasos (la voz de Marcos sonó más cerca). Buenos días, Victoria.
V: ¿Cómo has
podido oírme? (murmuro con asombro Victoria). He hecho todo lo posible por no hacer ruido.
M: Te he oído
moverte por mi habitación (él también hablaba con voz suave).
Cuando llegó
arriba, extendió los brazos hacia ella y la hizo volverse a mirarle.
M: Buenos días (murmuro
antes de cubrir con sus labios los de ella).
A Victoria le
sorprendió la oleada de calor que la invadió. Escondiendo la cara en el pecho del hombre con
quién había pasado la mejor noche de su vida le dice:
V: Te
agradecería enormemente que me trajeras mi ropa. Quiero vestirme.
Marcos deslizó
una mano por debajo del escote de la bata y le acaricio la sedosa piel de un
hombro.
M: Preferiría
que te quedaras desnuda (le susurró sexymente).
V: Por favor,
Marcos (imploró ella). Tu hermana esta
aqui y…
M: Y me está
sacando de quicio (añadió). Incluso Lautaro
se está irritando con ella. Ven abajo a
tomar una taza de café. Estoy seguro de
calmar a Lautaro mejor que ella.
V: No quiero
inmiscuirme en una disputa familiar.
C: No es una
disputa (intervino la voz de la mujer). Sólo
las habituales muestras de afecto de los Guerrero. Hola, me llamo Carol. Tú debes ser la dueña de esta ropa, supongo.
Victoria bajó la
mirada hacia la mujer que estaba al pie de las escaleras. Era alta y delgada como su hermano y su pelo
tenía el mismo tono. Con un brazo
sujetaba a su inquieto hijo y con el otro las ropas de Victoria.
M: Deja sus
cosas donde estaban (ordenó Marcos mientras bajaba junto a Victoria el resto
de las escaleras). Victoria no se
intimida fácilmente, ni se abochorna. Por
otra parte, es una de esas personas que lo primero que necesita al levantarse
es una buena taza de café (apretó amorosamente los hombros de Victoria). Lo he preparado especialmente para ti.
V: ¿Si? ¿Café de verdad? (exclamó Victoria, conmovida).
M: Sólo para ti (la
besó en la mejilla y luego la acompañó hasta la cocina, sin detenerse al pasar
ante Carol).
Sin saber qué
hacer, Victoria se sentó en una silla de la cocina mientras Marcos le servía
una taza.
M: La leche y el
azúcar están en la mesa (dijo, mientras le ofrecía la taza).
V: Gracias.
Victoria aceptó
el café. Dio un sorbo al humeante
líquido y casi se atraganta. Llamarlo el
peor brebaje que había probado en su vida era apenas hacerle justicia. ¿Cómo podía un hombre de la inteligencia de
Marcos preparar tan abominable café?
C: Nauseabundo,
¿verdad? (comentó Carol al entrar en la cocina y observar el gesto de Victoria).
También ha intentado hacerme beber esa
porquería a mí. Algo que debes aprender
desde ahora, antes de enredarte más con mi hermanito, es que el pobre es una
nulidad en la cocina.
V: Ya lo sé (declaró
Victoria, pero inmediatamente se arrepintió de sus palabras. No quería ser desleal con Marcos), es decir,
sé que no prepara muy buen café (se corrigió, esquivando la mirada de Marcos). Pe... pero... tiene un verdadero talento
cuando se trata de descongelar pizzas.
C: ¿Pizzas? (preguntó
Carol con incredulidad). ¿Preparas
pizzas?
M: Sólo para
Victoria (respondió Marcos, dedicando una sonrisa agradecida a Victoria. Se acercó a ella y le acarició el pelo). ¿Qué te parece si te preparo una esta noche? (preguntó, haciéndole un pícaro guiño).
Victoria no pudo
evitar sonreír.
V: Es demasiado
trabajo para ti, Marcos (dijo). Acabas
de preparar una el... ¿cuándo fue? ¿El jueves por la noche? No quiero que te molestes tanto por mí.
M: Bien,
entonces será la semana que viene (ofreció Marcos, disfrutando evidentemente
del juego sensual ignorando la presencia de Carol).
V: Ya veremos.
C: Tú y yo ya
hemos hablado una vez, ¿verdad? (intervino Carol señalando a Victoria con el
dedo).
Cogió una silla
y colocó a Lautaro sobre sus piernas, luego dirigió a Victoria una atenta
mirada.
C: Reconozco tu
voz. Fuiste la que contestó el teléfono,
¿verdad?
Victoria hizo
acopio de Valor y lealtad, tomó otro trago del abominable café y luego se
enfrentó a Carol con una sonrisa amable.
V: Sí (confirmó,
ofreciendo su mano con cortesía). Yo contesté.
Me llamo Victoria Fernández.
Carol estrechó
su mano.
C: Marcos me
dijo que una amiga le estaba ayudando con Lautaro. Supongo que tú eres la amiga (escudriñó a
Victoria, luego asintió). Supongo que
debo darte las gracias. Sin ti sólo Dios
sabe qué habría hecho Marcos con mi pobre criatura mientras yo estaba fuera.
V: En realidad,
no ha necesitado demasiada ayuda mía (aseguró Victoria, pensando que no mentía).
Marcos había
hecho una labor excelente con el bebé. Y
la ayuda que ella le había prestado no había sido tan esencial.
Marcos ya empezaba
a hartarse de oír a las dos mujeres hablar de él en tercera persona.
M: Escucha,
Carol, ¿quieres que guarde las cosas de Lautaro en su maleta? Estoy seguro de que tienes muchas cosas que
hacer, no quiero retenerte aquí todo el día.
C: Claro, claro.
Quieres que te deje el campo libre, ¿no?
(Carol interpretó su poco sutil indirecta
y luego sonrió a Victoria). Igual que
cuando tenía doce años, entraba en la sala donde estabas besuqueándote con
alguna amiga, siempre me mandabas desaparecer inmediatamente.
M: Yo sólo te
mando desaparecer cuando te comportas de forma abominable, Caro! (afirmó
Marcos, irritado). Como en este momento,
por ejemplo. Recogeré las cosas de Lautaro
y las llevaré a tu coche (salió de la cocina y añadió desde el pasillo). Y recuerda, Carol, no trates de fastidiar a
Victoria. Perderás el tiempo (volvió a
guiñar el ojo a Victoria y comenzó a subir las escaleras).
Carol apretó a
su hijo contra el pecho y suspiro.
C: Debe ser un
alivio para él que me lleve a Lautaro (murmuro).
V: No lo creo (observó
Victoria). A pesar de todo, hemos...
quiero decir, Marcos ha disfrutado mucho cuidando al bebé.
Carol miró a la
otra mujer con ojos entornados.
C: Has pasado
aquí todo el tiempo, ¿eh?
Marcos había
dicho que ella era inmune al bochorno y Victoria decidió hacer todo lo posible
por no dejarle mal. Encogiéndose de
hombros, dijo:
V: No, sólo me
he quedado aquí esta noche.
C: Escucha
Victoria, siento haberme comportado así al ver tu ropa en la sala (se disculpó
Carol). Lo que pasa es que... ya sabes,
le dejo a mi bebé unos días y cuando vuelvo me encuentro la casa llena de ropa
de mujer, como si hubiera estado celebrando una orgía. ¿Qué podía pensar?
Victoria movió
la cabeza.
V: No te
preocupes.
Carol se apoyó
contra el respaldo de la silla y volvió a examinar a Victoria.
C: Espero que no
te moleste que diga esto, pero eres diferente a sus conquistas habituales. ¿Va...
en serio lo vuestro?
Victoria se dio
cuenta de que Carol no estaba tratando de abochornarla, sino que era por
naturaleza franca y sin tacto.
V: Quizá debas
preguntárselo a él (dijo con voz apacible).
C: Si se lo
pregunto me mandará a freír espárragos (se lamentó Carol).
Victoria sonrió
y no replicó nada.
C: Está bien, no
es asunto mío (concedió Carol). Pero si
no te molesta que lo diga, me parece que eres lo mejorcito que le ha tratado. Y creo que él también lo piensa. La forma en que te trata, abrazándote delante
de mí y todo eso... no es habitual en él. Jamás le ha importado tanto una mujer como
para prepararle café o hacerle una pizza.
Victoria no sólo
estaba sorprendida por la revelación de Carol, sino complacida. Tanto, que tuvo que pugnar por controlar la
enorme sonrisa que afloraba a sus labios. Comento:
V: Quizás haya
hecho el café también para ti. Te quiere
mucho.
Carol suspiro.
C: Los dos nos
sacamos de quicio de parte y parte, hermanos al fin (exclamó, resumiendo con
esas palabras su relación fraternal). Él
me considera frívola e inconsciente, pero a fin de cuentas piensa que todas las
mujeres son así. Es un machista de la
cabeza a los pies.
El machista
apareció en ese momento en el umbral, con la maleta del bebé en una mano y el
enorme oso de peluche en la otra.
M: A menos que
tengas alguna objeción, me gustaría quedarme con la cuna (le dijo a su hermana),
por si se tiene que volver a quedar aquí.
Los ojos de
Carol se abrieron desmesuradamente al ver el oso.
C: ¿No crees que
tener una cuna en la casa sería perjudicial para tu imagen? (preguntó Carol).
Marcos parecía a
punto de replicar algo con ira, pero se controló y en cambio dirigió a su
hermana una sonrisa.
M: En realidad,
creo que sería beneficioso para mi imagen (dijo). A ciertas mujeres les conmueve un hombre que
sabe cambiar pañales (miró a Victoria por un momento que pareció interminable,
luego, salió de la cocina con la maleta y el oso).
Carol se volvió
hacia Victoria.
C: ¿Estoy
alucinando o era un oso panda lo que llevaba en un brazo?
V: Era un oso (certificó
Victoria con una sonrisa). Lo compró
para Lautaro el jueves.
C: Caramba. Espero que no le haya provocado pesadillas al
bebé (bromeó Carol, aunque estaba obviamente encantada por el detalle
sentimental de su hermano. Posó su mirada sobre Victoria por un momento). Quédate con él, Victoria (dijo con sinceridad). Creo que le haces mucho bien.
Antes de que
Victoria tuviera tiempo de reaccionar, Marcos entró de nuevo en la cocina.
M: Todo está en
el coche (dijo, pasando una mano bajo el brazo de Carol, para ayudarla a
ponerse de pie). Se te hace tarde.
C: Ya, ya, no
tienes que empujarme (protestó Carol). Me
alegro mucho de haberte conocido, Victoria
(dijo antes de salir de la cocina).
Victoria
permaneció inmóvil. Oyó las voces de
Marcos y su hermana al despedirse y luego el sonido de la puerta al cerrarse y
los pasos del hombre al volver.
M: Lo siento (dijo
Marcos).
Victoria miró la
taza de café y frunció los labios.
V: Deberías
sentirlo. Este café es asqueroso.
Victoria se puso
de pie y vertió el contenido de la taza en el fregadero, convencida de que si
quería tomar café debía preparárselo ella misma. Nada más preparó la cafetera, Marcos la tomó
en sus brazos y la besó con pasión).
M: Lo que he
querido decir es que lamento que hayas despertado para encontrarte con Carol. Es difícil de soportar, incluso para quienes
no necesitan una taza de café al levantarse.
V: A mí me ha
parecido muy simpática, además de ser una chica muy directa (declaró Victoria
con sinceridad).
M: Debió llamar
por teléfono antes de venir (observó Marcos no muy convencido). Estaba dándole el biberón a Lautaro cuando
llegó inesperadamente (soltó a Victoria para que pudiera llenar las tazas de
café ya listo). ¿Quieres desayunar? (preguntó).
¿O comer? Es casi mediodía.
Victoria movió
la cabeza.
V: Mi pobre
estómago tardará una semana en recuperarse de ese veneno que has tratado de
hacer pasar por café (bromeo).
Ambos se
sentaron a la mesa, Marcos movió el azúcar en su café mientras observaba a
Victoria dar un sorbo al suyo. Parecía
estar esperando que ella dijera algo, pero ella se limitó a sonreír y a dar
otro trago a su café.
M: No vas a
preguntar, ¿verdad?
V: ¿Preguntar
qué?
Marcos sacudió
la cabeza con asombro mientras la observaba con detenimiento.
M: Nunca he
conocido una mujer como tú, Victoria.
V: ¿Es eso un
elogio?
M: Oh,
Victoria... (Extendió una mano sobre la mesa para coger la de ella). Cualquier otra mujer me estaría ametrallando a
preguntas sobre Carol, lo que había dicho, qué le había sucedido. Pero tú... te has limitado a sentarte delante
de mí con una sonrisa y que sonrisa.
V: Si quieres
hablarme de Carol, lo harás sin que yo te pregunte nada (declaró Victoria con un
leve encogimiento de hombros). Si no quieres
contarme nada, ¿qué sentido tiene preguntar?
M: Victoria (Marcos
volvió a mover la cabeza con asombro). Creía
que todas las mujeres eran curiosas.
V: ¿En qué basas
tu opinión? (inquirió Victoria, divertida, más que irritada). ¿En tu experiencia con Carol? Ella es bastante curiosa.
M: En ella y en
mis otras hermanas. El crecer rodeado de
tres chismosas incorregibles es suficiente para que un hombre haga
generalizaciones sobre las mujeres.
V: Tres hermanas
(murmuró Victoria con cierto asombro).
M: Mis otras dos
hermanas son mayores que yo (le informó Marcos, mientras añadía otra cucharada
de azúcar a su café y lo movía). Las dos
son unas atolondradas, como Carol...
Victoria no pudo
menos que sonreír ante la expresión de contenida exasperación de Marcos.
V: Ahora
comprendo por qué has adoptado esa actitud respecto a las mujeres.
Marcos movió su
cabeza pensativo y miró a Victoria con los ojos entornados.
M: Diego dijo
que va a volver a Buenos Aires, pero no está seguro de que se quiera casar con
ella (le informó, de repente).
Victoria le miró
con extrañeza.
V: ¿Diego?
El padre de Lautaro.
Parece que el viaje de Carol a Florida
no ha dado los resultados que ella esperaba,
V: Estoy segura
de que será mejor para Lautaro que su padre este cerca de él, esté o no casado
con Carol (opinó Victoria). ¿Carol vive
en Buenos Aires? (ante el asentimiento de Marcos, sonrió).
M: No está lejos
de aquí. Es menos de 30 minutos en
coche.
Los ojos de
Marcos encontraron los de ella y también sonrió. Fue una sonrisa de entendimiento mutuo.
M: Ya extraño a Lautaro
(confesó). Casi quisiera que Carol no
hubiera vuelto todavía.
V: Supongo que
te has acostumbrado a tenerlo aquí.
M: Nunca me
acostumbraré a que no me dejen dormir por las noches (admitió él). Pero aparte de eso, ha sido divertido. En especial porque tú estabas aquí,
compartiéndo conmigo.
V: Sigo aquí (murmuró
Victoria).
Un suspiro ronco
escapó de los labios de Marcos.
M: ¡No sabes
cuánto me alegro de ello! (se puso de pie, se acercó a ella y la ayudó a
levantarse).
Cuando su boca
encontró la de ella, sus manos buscaron el cinturón de la bata, lo desataron y
luego se deslizaron debajo de la tela para acariciar la desnuda piel femenina.
M: ¿Puedes
imaginar lo difícil que es discutir con una persona, como mi hermana menor,
cuando en tu habitación tienes a una hermosa mujer desnuda?
V: No (respondió
Victoria con una sonrisa pícara y traviesa). En realidad no; nunca he estado en semejante
situación.
M: Créeme (dijo
Marcos con seriedad). Es angustioso (se
quitó el jersey, besó a Victoria en la base del cuello y volvió a lanzar un
ronco gemido). Vamos a la cama (rogó con
voz enronquecida).
Victoria no
necesitó demasiada persuasión. Entrelazó
sus dedos con los de él y subió a su lado a la habitación.
Continuará….
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