Capítulo
20
Cuando llegó el
día en que habían quedado para comer con Francisco Barrios, fueron al
restaurante en un solo coche. Marcos
estuvo callado durante el trayecto, quizá un poco tenso.
V: Espero que no
pelees con Barrios (le advirtió Victoria). No olvides que es un cliente.
M: Y yo soy un
hombre civilizado (replicó Marcos). No
quiero pelear con nadie (le dirigió una mirada de soslayo y frunció el ceño). ¿Tenías que ponerte ese vestido?
Victoria bajó la
mirada a su vestido.
V: ¿Qué tiene de
malo mi vestido?
M: Es rojo.
Victoria se echó
a reír.
V: Es vino.
M: ¿Por qué no
te has puesto uno de esos trajes sastres que sueles usar en la oficina? (insistió
Marcos). Y todo ese maquillaje...
V: ¿Todo este maquillaje?
Que, siempre me pongo el mismo
maquillaje.
Marcos movió la
cabeza, luego se pasó una mano por el pelo.
M: ¿Cómo esperas
que Francisco Barrios te tome en serio como asesora cuando te has puesto tan…
tan provocativa?
Victoria tuvo más
remedio reírse ante la actitud celosa de Marcos. Una sonrisa maliciosa jugueteó en sus labios
mientras llegaban al estacionamiento del restaurante donde debían encontrarse
con Francisco Barrios. Marcos todavía
tenía el ceño fruncido cuando la ayudó a bajarse del coche.
A: El señor Barrios
los espera (le anunció el anfitrión del restaurante y les condujo hacia un
reservado situado en un acogedor rincón del comedor. Francisco se puso de pie para recibirlos. Más o menos de la misma edad que Marcos, Francisco
era un poco más bajo de estatura que éste y más delgado. Su pelo marrón claro estaba impecablemente
peinado, demasiado, pensó Victoria al observarlo. Prefería el aspecto desordenado del pelo de
Marcos.
FB: Victoria, me
alegro de verla (dijo Francisco, cogiéndola de la mano). Marcos, me alegro de verte también.
Los dos hombres
se dieron la mano y luego se sentaron uno a cada lado de Victoria. Inmediatamente los dos se enfrascaron en una
charla de varios temas intranscendentes.
Victoria miraba
a uno y a otro y fingía prestar atención a lo que decían, pero su mente estaba
en otra parte. Además, había empezado a
sentir un leve malestar, un inicio de náusea.
FB: ¿Usted qué
opina, Victoria? (preguntó de repente Francisco).
V: ¿Eh? Dis… disculpe,
no estaba atenta.
Francisco sonrió
con indulgencia.
FB: Le
preguntaba qué opina sobre la liga.
V: ¿La liga? (Victoria
seguía en las mismas). ¿Qué liga?
FB: La liga de
fútbol (explicó el empresario, dándole palmaditas en un hombro).
Los ojos de
Marcos siguieron el movimiento de la mano de Barrios cuando se posó por un
momento en el hombro de Victoria para apartarse cuando llegó el camarero con
las bebidas. Victoria notó la arruga de
disgusto que se había formado en el ceño de Marcos.
Sonriendo, ella
dijo:
V: Me temo que
no sé mucho sobre deportes, señor Barrios.
Dejaron el tema
del fútbol cuando el camarero llegó para tomar nota. Victoria pidió una ensalada de espinacas y
cuando Marcos le dio un golpecillo en el tobillo con la punta del pie por
debajo de la mesa, ambos intercambiaron una sonrisa.
V: Tengo
noticias que le alegrarán, señor Barrios (dijo Victoria). Hemos preparado una encuesta destinada a los
clientes potenciales de Barrios Software para saber cómo dirigir nuestra
campaña de promoción.
FB: Eso me alegra
mucho (ijo Francisco y la volvió a dar unas palmaditas en el hombro. Su mano permaneció en el respaldo del asiento
mientras la miraba). Me asombra conocer
una mujer que no sólo es hermosa, sino también inteligente.
Sonriendo con
melosidad, Victoria cogió la mano del empresario y la apartó de su hombro,
volviéndola a dejar sobre la mesa.
Marcos observó
toda la maniobra con atención, como un tigre al acecho. Pero Francisco devolvió la sonrisa a Victoria,
dejando su inquieta mano donde estaba.
FB: Es una mujer
excepcional, ¿verdad, Marcos? (Dijo,
aunque sus ojos no se desviaron de ella).
M: ¿Excepcional
en qué sentido? (preguntó Marcos con los dientes apretados).
FB: Excepcional
en todo sentido. Bella, inteligente y
segura de sí misma.
M: No hace falta
que me enumeres sus cualidades, Francisco (dijo Marcos, haciendo un visible
esfuerzo por controlar la ira). La
conozco desde hace mucho tiempo, no lo olvides.
FB: Si la
conoces desde hace tanto tiempo y no la has conquistado aún, es que empiezas a
perder tus habilidades, viejo.
Victoria dio un
respingo. Estaba quizá más indignada que
Marcos.
V: Sí no le
molesta, preferiría que habláramos de otra cosa, señor Barrios. No soy ninguna muchachita tonta que se
conquista o de la que se toma posesión como si fuera un objeto.
FB: ¡Y qué
genio! (comentó Francisco con admiración, dejando que su mano se deslizara
debajo de la mesa sobre el muslo de Victoria).
En cuanto la
mano de su amigo desapareció de vista, Marcos se incorporó como movido por un
resorte.
M: Créeme, Francisco,
sé más del genio de Victoria de lo que tú te puedas imaginar (dijo con
intención y con autoridad).
Genio o no
genio, el leve malestar que había aquejado antes a Victoria adquirió ahora las
dimensiones de una náusea declarada.
V: Si me disculpan
(se puso de pie y miró a uno y a otro, como preguntando cuál de ellos la
dejaría pasar).
Ambos se
pusieron de pie. Francisco se deslizó
fuera del reservado y Marcos le apartó la mesa. Apretando los dientes, Victoria se dirigió
hacia el cuarto de baño. ¡Hombres! gruñó
en su interior. ¡Niños! ¡Todos los hombres son unos niños!
Continuará….
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