miércoles, 5 de febrero de 2014

Capítulo 20


Capítulo 20

Cuando llegó el día en que habían quedado para comer con Francisco Barrios, fueron al restaurante en un solo coche.  Marcos estuvo callado durante el trayecto, quizá un poco tenso.

V: Espero que no pelees con Barrios (le advirtió Victoria).  No olvides que es un cliente.
M: Y yo soy un hombre civilizado (replicó Marcos).  No quiero pelear con nadie (le dirigió una mirada de soslayo y frunció el ceño).  ¿Tenías que ponerte ese vestido?

Victoria bajó la mirada a su vestido.

V: ¿Qué tiene de malo mi vestido?
M: Es rojo.

Victoria se echó a reír.

V: Es vino.
M: ¿Por qué no te has puesto uno de esos trajes sastres que sueles usar en la oficina? (insistió Marcos).  Y todo ese maquillaje...
V: ¿Todo este maquillaje?  Que, siempre me pongo el mismo maquillaje.

Marcos movió la cabeza, luego se pasó una mano por el pelo.

M: ¿Cómo esperas que Francisco Barrios te tome en serio como asesora cuando te has puesto tan… tan provocativa?

Victoria tuvo más remedio reírse ante la actitud celosa de Marcos.  Una sonrisa maliciosa jugueteó en sus labios mientras llegaban al estacionamiento del restaurante donde debían encontrarse con Francisco Barrios.  Marcos todavía tenía el ceño fruncido cuando la ayudó a bajarse del coche.

A: El señor Barrios los espera (le anunció el anfitrión del restaurante y les condujo hacia un reservado situado en un acogedor rincón del comedor.  Francisco se puso de pie para recibirlos.  Más o menos de la misma edad que Marcos, Francisco era un poco más bajo de estatura que éste y más delgado.  Su pelo marrón claro estaba impecablemente peinado, demasiado, pensó Victoria al observarlo.  Prefería el aspecto desordenado del pelo de Marcos.

FB: Victoria, me alegro de verla (dijo Francisco, cogiéndola de la mano).  Marcos, me alegro de verte también.

Los dos hombres se dieron la mano y luego se sentaron uno a cada lado de Victoria.  Inmediatamente los dos se enfrascaron en una charla de varios temas intranscendentes.

Victoria miraba a uno y a otro y fingía prestar atención a lo que decían, pero su mente estaba en otra parte.  Además, había empezado a sentir un leve malestar, un inicio de náusea.

FB: ¿Usted qué opina, Victoria? (preguntó de repente Francisco).
V: ¿Eh? Dis… disculpe, no estaba atenta.

Francisco sonrió con indulgencia.

FB: Le preguntaba qué opina sobre la liga.
V: ¿La liga? (Victoria seguía en las mismas).  ¿Qué liga?
FB: La liga de fútbol (explicó el empresario, dándole palmaditas en un hombro).

Los ojos de Marcos siguieron el movimiento de la mano de Barrios cuando se posó por un momento en el hombro de Victoria para apartarse cuando llegó el camarero con las bebidas.  Victoria notó la arruga de disgusto que se había formado en el ceño de Marcos.

Sonriendo, ella dijo:

V: Me temo que no sé mucho sobre deportes, señor Barrios.

Dejaron el tema del fútbol cuando el camarero llegó para tomar nota.  Victoria pidió una ensalada de espinacas y cuando Marcos le dio un golpecillo en el tobillo con la punta del pie por debajo de la mesa, ambos intercambiaron una sonrisa.

V: Tengo noticias que le alegrarán, señor Barrios (dijo Victoria).  Hemos preparado una encuesta destinada a los clientes potenciales de Barrios Software para saber cómo dirigir nuestra campaña de promoción.
FB: Eso me alegra mucho (ijo Francisco y la volvió a dar unas palmaditas en el hombro.  Su mano permaneció en el respaldo del asiento mientras la miraba).  Me asombra conocer una mujer que no sólo es hermosa, sino también inteligente.

Sonriendo con melosidad, Victoria cogió la mano del empresario y la apartó de su hombro, volviéndola a dejar sobre la mesa.

Marcos observó toda la maniobra con atención, como un tigre al acecho.  Pero Francisco devolvió la sonrisa a Victoria, dejando su inquieta mano donde estaba.

FB: Es una mujer excepcional, ¿verdad, Marcos?  (Dijo, aunque sus ojos no se desviaron de ella).
M: ¿Excepcional en qué sentido? (preguntó Marcos con los dientes apretados).
FB: Excepcional en todo sentido.  Bella, inteligente y segura de sí misma.
M: No hace falta que me enumeres sus cualidades, Francisco (dijo Marcos, haciendo un visible esfuerzo por controlar la ira).  La conozco desde hace mucho tiempo, no lo olvides.
FB: Si la conoces desde hace tanto tiempo y no la has conquistado aún, es que empiezas a perder tus habilidades, viejo.

Victoria dio un respingo.  Estaba quizá más indignada que Marcos.

V: Sí no le molesta, preferiría que habláramos de otra cosa, señor Barrios.  No soy ninguna muchachita tonta que se conquista o de la que se toma posesión como si fuera un objeto.
FB: ¡Y qué genio! (comentó Francisco con admiración, dejando que su mano se deslizara debajo de la mesa sobre el muslo de Victoria).

En cuanto la mano de su amigo desapareció de vista, Marcos se incorporó como movido por un resorte.

M: Créeme, Francisco, sé más del genio de Victoria de lo que tú te puedas imaginar (dijo con intención y con autoridad).

Genio o no genio, el leve malestar que había aquejado antes a Victoria adquirió ahora las dimensiones de una náusea declarada.

V: Si me disculpan (se puso de pie y miró a uno y a otro, como preguntando cuál de ellos la dejaría pasar).

Ambos se pusieron de pie.  Francisco se deslizó fuera del reservado y Marcos le apartó la mesa.  Apretando los dientes, Victoria se dirigió hacia el cuarto de baño.  ¡Hombres! gruñó en su interior.  ¡Niños!  ¡Todos los hombres son unos niños!

Continuará….


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