domingo, 2 de febrero de 2014

Capítulo 19


Capítulo 19

Para Victoria, el hecho de no ver a Marcos en toda la mañana la inquietó más de lo que le parecía lógico.  La verdad era que Victoria lo extrañaba y mucho, pero también extrañaba sus besos, sus abrazos en fin todos sus mimos y caricias por lo que ya pensaba que era adicta a éstos.  Saber que Marcos estaba en el mismo edificio que ella, separado sólo por unos centímetros de cemento, era suficiente para casi volverla loca.  No era que deseara olvidar su trabajo y pasarse todo el día con él, jugando, riendo y haciendo el amor, pero sí deseaba compartir al menos una sonrisa, una palabra de afecto o un comentario privado, una caricia sutil.  Sabía que lo mejor era mantener las distancias en el trabajo, pero le echaba de menos.

A la hora de la comida Victoria se sentó con dos asesores, quienes inmediatamente interrumpieron sus comentarios sobre el partido de fútbol del día anterior, en deferencia a la dama que se hallaba entre ellos.  Cuando Marcos entró en la cafetería algunos minutos después y le negó incluso una inclinación de cabeza a modo de saludo, Victoria sintió que algo se marchitaba dentro de ella, una parte sensible que anhelaba la ternura de Marcos como nunca había anhelado a nadie.  

Durante casi cuatro años él había entrado en la cafetería sin saludarla y eso no la había afectado lo más mínimo.  Pero ahora… ahora era diferente.  Ahora sabía que Marcos podía disipar la soledad que la había invadido durante toda su vida.  Verlo allí, en el mismo lugar, y no poder correr a su lado, abrazarlo y besarlo, o por lo menos saludarle, acentuó su sensación de soledad.

Era ella la que había fijado las reglas, claro, y sabía que la discreción era importante, pero... ¿tenía que sentarse él en una mesa ocupada por un montón de secretarias, como un gallo en el gallinero?  ¿O como un sultán en su harem?

Nunca había sentido celos.  No era una mujer insegura.  Marcos le había demostrado que la consideraba atractiva y excitante.  No le creía tan frívolo o inconsciente como para considerar el fin de semana que habían disfrutado juntos como algo pasajero y sin importancia.

Sin embargo, a Victoria le irritaba que él hubiera adoptado de nuevo sus habituales aires de don Juan.  Trató sin mucho éxito de ignorarle durante la comida.  Trató de participar en el diálogo de sus compañeros de mesa, pero perdió el apetito y encontró poco divertida la charla sobre política internacional.  Cuando se excusó y se levantó de la mesa, sus compañeros apenas notaron cuando se fue.

Ella tenía la culpa, se dijo al entrar en el baño.  Ella había fijado las reglas.  Reglas razonables, tenía que admitir.  Se peinó e hizo una mueca a su propio reflejo.  Suspirando, se pintó los labios y salió.  Decidió subir a su despacho por las escaleras con la esperanza de que el ejercicio la ayudara a serenarse.  Cuando llegó su área de trabajo, se dirigió hacia la sala de descanso para prepararse un café.

Se detuvo en la puerta de la sala.  Rebecca estaba frente a la cafetera, echandole agua.  Marcos se encontraba a su lado, apoyado contra la pared.  Ninguno advirtió la presencia de Victoria y ella retrocedió con presteza para esconderse detrás de la puerta.  Ya no los podía ver, pero sí oírlos.

M: Cuanto antes pases a máquina las preguntas de la encuesta, mejor, Rebecca (estaba diciendo Marcos).
R: Ya sabes que haré lo que sea por complacerte, Marcos (le aseguró Rebecca con voz coqueta).

Victoria apretó los labios.

M: Ese café huele muy bien (comentó Marcos).  Ojalá supiera preparar café.  Me han dicho que el café que hago sabe a agua de fregar.
R: Cualquiera puede hacer un café decente (dijo Rebecca).  Si quieres te enseño.
M: De acuerdo (dijo él).  El único problema es que si aprendo a preparar buen café, ya no tendré excusa para pedirles a los demás que me lo preparen.

La risa de Rebecca no ayudó a calmar la furia que comenzaba a invadir a Victoria.

R: ¿Cómo lo tomas? (preguntó Rebecca)  ¿Con leche?
M: Eso no tiene nada que ver con la leche (se quejó Marcos).  Lo tomo solo, con azúcar.
R: Aquí tienes (dijo Rebecca).

¡Maldita sea!, gruñó Victoria para sí.  ¿No podía mover su propio café?  ¿Tenía que dejar que una admiradora realizara por él tan insignificante tarea?

M: Gracias (Marcos hizo una pausa y Victoria lo imaginó dando un sorbo al café).  Eres genial, Rebecca.  Está delicioso.  Gracias otra vez.
R: Ha sido un placer, Marcos (dijo Rebecca con voz melosa).

Si Marcos iba a salir de la salita, Victoria tendría que hacer su aparición.  No podía permitir que la pillaran expiando detrás de la puerta.  Haciendo acopio de valor, entró en la salita del café.

Marcos se detuvo en seco al verla entrar.  Su amplia sonrisa perdió fuerza al saludarla.

M: Hola, Fernández (dijo).
V: Qué tal, Guerrero (dijo ella con tono helado y pasó por delante de él en dirección a la cafetera).  Hola, Rebecca (saludó a la secretaria con excesiva afabilidad).
R: Hola, Victoria

La mirada de Rebecca se desvió de Victoria a Marcos, quien permanecía cerca de la puerta, viendo cómo Victoria se servía una taza de café.  Aunque Victoria evitaba mirar de frente a Marcos, podía sentir sus ojos fijos en ella.

El silencio que flotaba entre ellos lo puso nervioso y agradeció que Rebecca rompiera el mismo.

R: Marcos me ha pedido que pase a máquina el cuestionario para la encuesta de Barrios Software (le comunica a Victoria).
V: Sí, es lo mejor (dijo ésta).

Rebecca dirigió otra mirada rápida en dirección a Marcos antes volver a decirle a Victoria.

R: ¿Sigues trabajando en ese asunto?  Por la forma en que Marcos ha hablado, he pensado que... bien, se me ha ocurrido que quizás habían encargado otra cosa. 

Victoria dirigió a Marcos una fría sonrisa.

V: Según las últimas noticias sigo trabajando en eso (le contestó Victoria, aclarando).  Ya sabes cómo es Guerrero, Rebecca.  Le duele mucho tener que compartir conmigo los honores sobre cualquier cosa.

Marcos esbozó una sonrisa irónica.

M: Hay algunas cosas sobre las que compartiría gustoso los honores contigo, Fernández (dijo Marcos con un significativo tono que solo ellos dos entendían).

Victoria no pudo evitar ruborizarse.  Ante la mirada perpleja de Rebecca, Victoria optó por retirarse.

V: Si me disculpan (dijo, cogiendo su taza de café y dirigiéndose a la puerta).  Algunos no tenemos tiempo para pasar toda la tarde en la sala del café.

Una hora después Marcos la llamó por teléfono a su despacho.

***Llamada Telefónica***
M: Fernández, habla Guerrero.  ¿Podrías venir a mi oficina?
V: ¿Para qué?
M: Necesito hablan contigo.  En persona.  Es urgente.
V: Bien, voy ahora, espérame.

La puerta de Marcos se abrió en cuanto que Victoria llamó.  Marcos la tomó en sus brazos con vehemencia.

M: Este ha sido un día muy difícil para mí (le susurró antes de cubrirle la boca con la suya).

Victoria había intentado mostrarse fría con él hasta que se disculpara por flirtear con Rebecca y las chicas de la cafetería.  Pero en cuanto su cálida lengua se abrió camino en su boca perdió toda capacidad de resistencia.

Cuando por fin la apartó un poco para mirarla a la cara, después de lanzar un ahogado gemido, Marcos dijo:

M: ¡Oh, Dios! También ha sido duro para ti, ¿verdad?
V: En realidad no (declaró ella sin mucha convicción).
M: Es por eso por lo que me trataste tan mal en la salita de café, ¿verdad?

Victoria deslizó dos dedos por la abertura que quedaba entre dos botones de su camisa y alzó los ojos llenos de tierno reproche hacia él.

V: Yo sólo me estaba defendiendo.
M: Hm (Marcos le cogió la cara con las manos).  Quizás mañana a la hora de la comida podamos escabullirnos e ir a un lugar cercano donde podamos estar los dos solitos.
V: Eso me parece de lo más sórdido (protestó Victoria, aunque estaba riendo).
M: No tanto como tirarte al suelo aquí en mi oficina y hacerte el amor (dijo él).  Lo cual es una posibilidad muy real, si se considera la forma en que me siento ahora (le cogió las manos entre las suyas y bajó la cabeza para besarla con suavidad en los labios).  Creo que fingir que no me interesas sólo me hace desearte mucho más.
V: Pues parecías soportar tu tormento con gran estoicismo (comentó Victoria con sarcasmo).  ¿Por qué tenías que decirle a Rebecca que es genial sólo porque sabe preparar un café tolerable?
M: ¿Lo oíste? (Marcos pareció asombrado por un momento y luego la miró con ojos entornados).  ¿Me estabas espiando?

Victoria esquivo su mirada acusadora.

V: So... sólo oí un poco de la charla al... al entrar.  Me pareció que te estabas excediendo en tus elogios, ¿no crees?
M: ¿Qué tiene de malo decir algunas palabras bonitas a una pobre chica?
V: Pero ¡Qué amable eres!  Además, ¿por qué le diste a entender que yo ya no trabajaba en el contrato de Barrios?
M: ¿Por qué dices eso?
V: Porque le pediste que pasara a máquina la encuesta para ti... no para nosotros.
M: ¿Y eso qué importancia tiene? 
V: Porque Rebecca supuso que yo no trabajaba ya en el proyecto.  Está bien que finjamos no tener nada que ver en el plano íntimo cuando estemos aquí, pero no me parece bien que me ignores por completo.  Marcos, el proyecto es nuestro, no lo olvides.

Marcos estudió su indignada expresión por un momento, luego asintió.

M: Tienes razón.  Creo que no tengo costumbre de compartir los proyectos con otros asesores.
V: En especial con asesoras.
M: Es cierto.  En especial con asesoras tan hermosas.

Victoria hizo un gesto de fastidio, pero sus labios se curvaron con una sonrisa de reconciliación, Marcos la besó y luego dijo:

M: También te he llamado para decirte que Francisco Barrios me ha telefoneado
V: ¿Si?  ¿Y qué ha dicho?
M: Primero me ha informado de que ha recibido su copia del contrato y ha querido darme las gracias por haberlo hecho tan rápido.
V: ¿Darte a ti las gracias? (explotó Victoria).  Fui yo la que acució a los de contabilidad.  Tú estabas en casa con Lautaro.

Marcos sonrió.

M: Supongo que Barrios ha pensado que aunque tú eras la asesora ideal para cortejarle con e! fin de conseguir el contrato, yo soy el adecuado para realizar todo lo relativo a su aplicación práctica.
V: ¡Una típica actitud machista!
M: Eso me ha parecido a mí.  De manera que le he confesado que habías sido tú la encargada de acelerar los trámites del contrato.

Victoria se quedó muda y sin saber cómo reaccionar ante aquel inesperado cambio de la situación.

M: Como muestra de agradecimiento, ha decidido invitarte a comer.

Victoria hizo una mueca de fastidio.

V: Wow, ¡Qué afortunada soy! (dijo con sarcasmo)
M: De modo que no tardará en llamarte (la avisó Marcos).  Cuando concretes con él la cita recuerda por favor que los martes yo no puedo ir.  Tengo partido de squash los martes desde las doce hasta la una y media.
V: Marcos... tu programa de actividades no viene al caso, ¿no crees? (señaló Victoria).  Si Barrios quisiera comer contigo también, te habría invitado, ¿no?

Los ojos de Marcos brillaron con malicia.

M: Eres tú la que subraya a cada momento que este es nuestro proyecto, Victoria.
V: De acuerdo, pero si Barrios es el que invita, tiene derecho a elaborar la lista de invitados.
M: Victoria... me dijiste que tiene la costumbre de buscarte la rodilla por debajo de la mesa.
V: Y también te dije que me sé cuidar sola.
M: Pues yo quiero estar presente cuando comas con Barrios (insistió Marcos).  No me importa lo importante que sea como cliente; no quiero que te moleste.  No quiero que te toque.  Es más, no quiero que piense en ti de otra forma que no sea como colaboradora en el proyecto para promocionar su compañía.  Punto.

Victoria le miró durante un buen rato. Su insistencia le parecía a la vez divertida y conmovedora.
V: ¿De verdad quieres estar de mirón?
M: Quiero sentarme entre Francisco y tú para que él ocupe sus manos inquietas en otros menesteres aparte de tratar de agarrarte las rodillas.

Victoria rió.

V: ¿Ce!oso?

Marcos frunció el ceño.

M: Esto no es cuestión de celos, Victoria, es cuestión de política de negocios.  Es cuestión de que Barrios aprenda a tratarte como una profesional, como una igual... no como objeto sexual.

Victoria tuvo que hacer un esfuerzo para reprimir la risa.

V: Quizás sepa algunos buenos chistes bobos (dijo).  Si quieres venir a comer con nosotros porque estás colaborando en el proyecto, estoy de acuerdo.  Pero no voy a permitir que vengas para darle manotazos cuando se pase de la raya.  Soy muy capaz de defender sola mi honor.

Marcos la miró un momento y luego dijo con excesiva solemnidad:

M: Iré porque estamos colaborando juntos en el proyecto.
V: Bien, entonces puedes ir (accedió Victoria).
M: Magnifico (la besó en la frente).  ¿Nos vemos esta noche?
V: Eso depende de quién prepare la cena (bromeó ella).
M: Si vienes a mi casa, cenaremos pizza congelada.  ¿Cuál sería el menú en la tuya?
V: Atún con mayonesa.  Vayamos a tu casa.
M: Me parece bien.  Pero tú tendrás que preparar el café en la mañana, si quieres que sea bebible.

Marcos le dio un beso breve en los labios y la acompañó a la puerta.  Después de mirar a ambos lados con actitud conspiratoria, le dio un último beso antes de que ella se dirigiera hacia las escaleras.

Pasaron todas las noches de la semana juntos, lo cual hizo más soportable la forzada indiferencia en la oficina.

No hablaban de amor.  Pero Victoria sabía que existía entre ellos; la frenética pasión que los unía cada noche no podía emanar de otra cosa que del amor.  Sin embargo, no estaba segura de que fuera un amor para toda la vida.  Y puesto que Marcos seguía provocando suspiros nostálgicos entre el personal femenino de la compañía, Victoria no estaba muy segura si él estaría dispuesto a mantener una relación permanente.

El Don Juan Tenorio de la oficina no podía cambiar de la noche a la mañana, aunque se lo propusiera.  Victoria tenía que hacer todo lo posible por ignorar los seductores hoyuelos de Marcos cada vez que éste le dedicaba a las compañeras de trabajo una de sus sonrisas.  Quería creer que ninguna de sus muestras de afecto no significa nada para él, que sólo nacían de un impulso caballeresco y de un innato respeto y admiración por el sexo femenino en general.


Continuará….

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