viernes, 7 de febrero de 2014

Capítulo 23


Capítulo 23

Victoria se quedó inmóvil en el centro del cuarto, mirando fijamente hacia la puerta cerrada.  No estaba muy segura de lo que esperaba que hiciera Marcos, pero jamás que se fuera así. Suponía que le ofrecería su apoyo moral y económico, aunque no se comprometiera a nada más serio.

Pero, en lugar de eso, se había dado la vuelta y se había ido.  Quizá esa fuera la reacción más sincera, reflexionó ella, mientras iba a su habitación para cambiase de ropa.  Quizás debiera consolarla el hecho de que Marcos no fuera hipócrita, de que no se escondía detrás de una fachada de formalismos.  Había pensado que ella podía desear un aborto y se lo había dicho.  No estaba seguro de sus sentimientos y se había ido para reflexionar.
Nada de lo cual pronosticaba un gran futuro con él, pero al menos sabía que podía contar con su franqueza.

Colgó su ropa de trabajo en el armario.  Luego se dio una ducha.  No se preocupó de ponerse bella para Marcos aquella noche.  No sabía cuándo regresaría.  Si alguna vez regresaba, pensó desolada.  Quizás ahora estuviera camino de la estación, con todos sus talonarios de cheques por si ella le exigía ayuda económica para su hijo.

Una risa amarga escapó de su garganta mientras iba a la cocina.  Abrió la nevera, pero la cerró inmediatamente, sintiendo nauseas ante la sola idea de comer algo.  Los ojos se le llenaron de lágrimas, sin embargo, parpadeó con fuerza para controlarlas.  Llorar era un lujo que no podía permitirse.  Si Marcos se iba, que se fuera.  Le había despreciado durante cuatro años.  Suponía que podría aprender a despreciarle otra vez.

Se dirigió hacia la sala y se sentó en el sofá.  Apretó las manos sobre su vientre, como si quisiera comunicarse con su bebé a través de las palmas.  Quería decirle que no se preocupara, sería tan buena madre como le fuera posible, sin importarle qué clase de padre fuera Marcos.

V: Es posible que no tenga un enorme instinto maternal (Victoria le murmuró a la incipiente vida que latía en su vientre).  Pero soy rápida aprendiendo y ya sé cambiar pañales y preparar biberones.  Y mis hombros son confortables para consolar bebés.  Saldremos adelante.

El sonido del timbre la sobresaltó.  Se asomó a la cocina para consultar el reloj de pared. Marcos había estado fuera una hora y quince minutos. 

Aspiró hondo y fue hacia la puerta.  Después de mirar a través de la mirilla, abrió.  Marcos seguía vestido con su traje formal, aunque se había quitado la corbata.  En los brazos llevaba una enorme bolsa de papel.  De la bolsa sobresalía una caja rectangular blanca.  Estaba sonriente y parecía lleno de energía.

M: Creo que lo tengo todo (dijo mientras entraba en la cocina y dejaba la bolsa sobre la mesa).

Perpleja, Victoria le vio vaciar la bolsa.  Sacó de ella la caja en primer lugar y se la entregó a Victoria.

M: Esto es para animarte un poco (dijo).

Victoria abrió la caja.  Contenía una sola rosa roja sobre un papel de seda verde.  La sacó y olió el capullo con forma de corazón que todavía no se había empezado a abrir.  Su olor era delicioso.

V: ¿Animarme para qué? (preguntó, con una leve sonrisa).
M: Para esto (dijo Marcos sacando de la bolsa una botella de champán).

Se la entregó con una enorme sonrisa.

V: Oh, Marcos...

Victoria no entendía por qué él hacía eso ni por qué suponía que debía congraciarse con ella.  Lo único que la podría alegrar ahora era oírle decir que estaba encantado con la noticia del bebé.  Miró la botella durante un momento y luego la dejó en la mesa.

V: No puedo beber esto (dijo).  Las mujeres embarazadas no deben tomar alcohol.
M: Oh (Marcos le dirigió una sonrisa).  Bien, podremos guardarla para cuando el bebé haya nacido.  Mientras tanto... (Con gran fanfarria, metió la mano en la bolsa y extrajo un recipiente con helado).  Es de chocolate y vainilla, tus sabores favoritos (sacando también una lata de maní y otra de crema batida.

Victoria se echó a reír.

M: Bien, ahora viene lo serio (dijo él, aunque seguía sonriendo).

Buscó en el fondo de la bolsa y sacó un libro titulado “Cómo cuidar bien a un bebé”.
Victoria tragó saliva.


Buscó en el fondo de la bolsa y sacó un libro titulado “Cómo cuidar bien a un bebé”.

 

Victoria tragó saliva.

 

V: Creo que lo hicimos bien con Lautaro.

M: Si, pero solo fueron par de días.

 Marcos continuó sacó de la bolsa un marco en metal, tamaño 8” x 11”, sin foto.

 M: Para nuestra primera foto familiar.

Victoria sintió que Marcos ya pensaba en ellos como una familia, lo que la enamoró más de él.

M: Y lo último, aunque no lo menos importante... (Metió la mano en la bolsa por última vez y sacó una pequeña cajita azul terciopelo.

Su sonrisa desapareció y adoptó una expresión solemne cuando cogió la mano de Victoria y depositó en ella el estuche.

V: Marcos...
M: Ábrelo.

Ella lo hizo y vio un anillo con un gran diamante.  Quiso hablar, pero la garganta se le agarrotó y no encontró las palabras.

M: Tenían muchos anillos con diamantes (dijo Marcos).  Pero tú eres una mujer excepcional y merecías un anillo excepcional.  Pruébatelo.  He tenido que adivinar la medida.  El joyero me ha dicho que puedo cambiarlo.

Le quedaba perfectamente.  Marcos le alzó la mano para observar el anillo en su dedo y asintió su aprobación.

 V: Marcos (susurró Victoria).  Marcos, yo...

M: No digas nada (la interrumpió él).  No ahora.  Tómate el tiempo que necesites para hacerte a la idea (la tomó en sus brazos y la besó).
Ella olvidó su brusca salida y su decepcionante reacción ante el embarazo.  Lo olvidó todo excepto su entusiasmo, su afecto, la maravillosa energía que había desplegado para ir a comprar todas esas cosas con el fin de celebrar la noticia.  De repente, ella no quiso discutir las cosas con sensatez, sólo deseó celebrarlo con él.

Marcos le rodeó el cuello con las manos y la cogió en brazos.

M: ¿Podré hacer esto dentro de algunos meses? (preguntó Marcos).
V: ¿Qué?
M: Alzarte en mis brazos (explicó él, dejándola sobre la cama).

Luego se acostó a su lado y buscó el cinto que ataba la bata de Victoria, pero antes de desatarlo se detuvo un momento y la miró con expresión interrogante.

M: ¿Podemos hacer esto, Victoria?  ¿No te pasará nada?  No sé nada sobre mujeres embarazadas.
V: Yo tampoco (admitió ella, desabrochando uno de los botones de la camisa de Marcos).  Pero creo que sí está permitido.

La cara de Marcos se iluminó con una sonrisa de deleite.

M: Magnífico (murmuró y le apartó los bordes de la bata y hundió la cabeza entre sus senos desnudos).  Te deseo tanto, Victoria… tanto...

Con ayuda de ella, la desnudó y arrojó la bata a un lado de la cama.  La miró con el deseo reflejado en los ojos.

M: Hueles maravillosamente bien, tu piel es tan suave que me haces desearte cada día más (murmuró, apartándole un mechón de pelo de la frente con la punta de los dedos).
V: Acabo de ducharme (dijo ella).
M: Hm.. (Marcos inclinó la cabeza para besarla).

Sus labios descendieron de la frente a la boca.  Su beso fue lleno de amor, su lengua fue exploradora y posesiva.  Pero sus manos corrieron por el cuerpo femenino con la suavidad de un susurro, con una delicadeza desconocida hasta entonces para ella.  Ella quiso asegurarle que no era de cristal, que no se quebraría con su contacto.  Sin embargo, no quería que él dejara de hacer lo que estaba haciendo, sus cautelosas caricias resultaban exquisitas.

Victoria suspiró y emitió un trémulo jadeo, su cuerpo se movió para ofrecerse mejor a su amante.  Marcos aceptó la ofrenda, pero con una ternura casi insoportable.  Sus cuerpos se fundieron y se movieron como si fueran uno solo.  Cada vez que Marcos le hacía el amor era única, pero en aquella ocasión Victoria sintió que también sus almas se habían fundido. 

Victoria no supo cuánto tiempo había pasado, minutos u horas, antes de que él quitara su peso de encima de ella y se acostara a su lado.  Marcos cogió la mano izquierda de la joven, explorando la poco familiar forma del anillo.

M: ¿Te quieres casar conmigo? (preguntó en un susurro).

Ella observó su cara, el brillo de sus ojos ya no era de expectativa sino de satisfacción.  Su sonrisa era confiada, pero no tanto como de costumbre.  Había algo de expectante y esperanzado en ella.

V: Creí que me ibas a dar tiempo para pensarlo.
M: Ya te lo he dado.
V: Apenas tuve tiempo de pensar (dijo ella, con intención).
M: Pues piénsalo ahora (le insistió él).  Te doy treinta segundos.
V: Si no estuviera embarazada no te casarías conmigo.
M: Eso no viene al caso (declaró Marcos).  Lo estás.
V: Y es probable que seas el tipo de esposo que espera que yo represente el papel de esposa clásica.
M: No seas tonta.  Ya estoy aprendiendo a cocinar.  Tú podrías hacer la limpieza mientras yo cocino.  Claro que del café te encargarás tú.

Ella sonrió en contra de su voluntad.

V: Marcos, no estoy bromeando.  Estoy segura de que serás un buen padre, pero ¿cómo puedo saber qué serás buen esposo?

Marcos adoptó una expresión solemne.

M: Tendrás que confiar en mí.  Sé que eres una ardiente feminista y todo eso.  Sé quién eres y en qué crees.  Pero, por amor de Dios, no te dejes atrapar por tus propios conceptos, no seas una esclava de las ideas.  El hecho es que por el bien de los dos... de los tres... lo mejor será que nos casemos.  Pero creo que el feminismo no está reñido con la sensatez y el sentido común.

V: ¿El Don Juan Tenorio de Publicidad Dones va a explicarme lo que es el feminismo?
M: El supuesto Juan Tenorio de Publicidad Dones va a advertirle, señorita Fernández, que si le dice que no se casará con él insistirá hasta que usted ceda aunque sea por cansancio (luego se puso más serio).  Si no consigo que te cases conmigo, Victoria, entonces lucharé por mi hijo.  Esta tarde me he ido porque necesitaba reflexionar un poco en el asunto y lo he hecho.  Se lo que quiero y lo que es mejor para nosotros.  Y si no accedes, haré todo lo que esté en mi mano para no perder a mi hijo.  ¿Me entiendes?

Ella le miró con los ojos muy abiertos.  Nunca habría esperado que Marcos fuera tan posesivo respecto a un hijo suyo.  Y era precisamente su poderoso instinto paternal lo que ella había encontrado tan atractivo.

V: ¿Esperas que renuncie a mi trabajo?
M: Sólo tú puedes decidir eso, y si no quieres renunciar a él, yo lo aceptaré.  No olvides que ya te he visto cuidar de un bebé mientras trabajabas en un contrato.  Es difícil, pero se puede hacer (se apoyó sobre un codo para verla mejor).  Podríamos vender mi apartamento y comprar una casa más grande.  Podríamos instalar allí una oficina para ambos, donde podríamos trabajar cuando no estemos en la empresa.  Especialmente si contratamos una niñera para que te ayude.  Tenemos muchos meses por delante para tomar una decisión, podremos entrevistar varias candidatas para elegir a la niñera que más nos convenga.

V: Otra posibilidad (aventuró Victoria), es que tú te quedes en casa con el bebé mientras yo voy a las oficinas.

Marcos abrió la boca para objetar, pero al percibir la plácida sonrisa de la joven, también sonrió.

M: Claro (concedió con una risita divertida).  O podemos turnarnos.  ¿Qué podía ser más justo?  ¡Tres hurras por la igualdad!

Victoria sonrio de buena gana y se incorporó un poco para besarle.  Él podía ser feminista y un buen padre, pero todavía faltaba un ingrediente para el matrimonio, sin el cual ella nunca podría decir que si.

V: ...Marcos (murmuró, sin sonreír).  ¿Me amas?
M: ¿Que si te...? (Marcos echó la cabeza atrás y la miró).  ¡Por Dios, Victoria!  ¡Hace cuatro años que me enamoré de ti!  ¿No te habías dado cuenta?
V: ¿Cuatro años? (ella lo miró estupefacta).
M: Fue amor a primera vista (confesó Marcos).  Está bien, quizás no me enamoré en el sentido que tú lo dices, el primer día, claro.  Pero siempre supe que eras una mujer muy especial.
V: ¡Especial! (exclamó ella).  Por si se te han olvidado las circunstancias específicas de ese primer encuentro, Guerrero, primero te negaste a creer que yo fuera asesora y luego me preguntaste con quién me había acostado para conseguir el puesto.
M: Porque me pareciste un poco engreída (explicó Marcos), y pensé que era conveniente disipar un poco esos humos que se te estaban subiendo a la cabeza y...
V: ¡Y que cayera rendida a tus pies!  Sinceramente, Marcos,  ¿por qué, si has estado tan enamorado de mí durante todos estos años, has flirteado con tanto entusiasmo con todas las secretarias y empleadas de la empresa?
M: Porque quería darte celos y que te fijaras en mí.
V: Ah, vaya que si me fijé (gruñó Victoria).  Pero no estaba celosa.
M: ¿Que no lo estabas?  Hace apenas una semana, cuando dije a Rebecca que era genial... Oh, a propósito, creo que tú eres más genial preparando café.

Victoria le miró con fingida exasperación.

V: ¿Nunca se te ocurrió, Marcos Guerrero, que si me hubieras tratado con respeto y consideración habrías atraído mi interés mucho antes?
M: ¿Se te ocurrió a ti alguna vez que estabas enfrascada en una relación bastante seria con Tomás y que yo estaba a un lado, esperando a que le mandaras a paseo?
V: Pero no sufriste mucho en la espera (comentó Victoria con gesto irónico).  Te consolabas bastante bien con Ellen y con quién sabe cuántas más.

Marcos se encogió de hombros.

M: Soy un hombre con sangre en las venas, como tú sabes bien.  No me puedes culpar por querer hacer soportable la espera.

Victoria le observó durante largo rato, tratando de digerir lo que acababa de decirle.  ¿Realmente la había amado en secreto durante todo aquel tiempo?  ¿Había esperado a que ella estuviera libre para dar el primero paso?

V: Si fuera una ingenua, sentiría la tentación de pensar que planeaste con tu hermana todo lo del bebé para atraer mi atención.

Marcos rio entre dientes.
M: Lo último que emplearía para atraer tu atención sería un bebé. ¿Contigo, la dinámica mujer de carrera?  Jamás habría imaginado que te pondrías tierna y sentimental a la vista de un bebé desamparado.
V: No me puse sentimental (protestó Victoria con tono gruñón).

Marcos la miró con escepticismo.

M: No te pedí tu ayuda como estrategia para conquistar tu amor.  Te la pedí porque confiaba en ti.  Te lo dije entonces y era verdad.  Aunque me odiaras, yo confiaba en ti.
V: Marcos, nunca te he odiado (afirmó Victoria).
M: Bien, me has aborrecido, te he sido antipático, como quieras decirlo.  La cuestión es que todo eso ya no importa.
V: Marcos, no crees que eso ya no importa (Victoria le rodeó el cuello con los brazos y guió sus labios hacia los de ella).  Porque ahora te amo.
M: Entonces di que sí (imploró él).  Di que te casarás conmigo.
V: Si, Marcos (accedió ella).  Me casaré contigo.
M: Así me gusta, una dócil mujercita que sabe obedecer a su amo y señor (bromeó Marcos).

Victoria emitió un grito de fingida indignación y le amenazó con el puño apretado, pero él le cogió las dos manos y la besó.  Volvieron a hacer el amor pero esta vez tenían ante ellos un gran futuro donde ambos junto a su hijo formarían una gran familia.

Continuará….


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