Sin Planes para Amar
Capítulo
1
Volvió a oírlo;
en efecto, era el llanto de un bebé.
Cerrando los
ojos, Victoria Fernández se frotó las sienes con los dedos. El llanto ceso. Estaba imaginando cosas, se dijo. ¿Existían las alucinaciones auditivas? Si no, ¿de qué otra forma podía explicarse el
llanto de un bebé dentro de su oficina? Publicidad
Dones era una compañía comercial dedicada al lanzamiento de nuevas campañas
publicitarias, no una guardería.
Publicidad Dones era un lugar austero, un recinto de trabajo serio, no
un lugar para algo tan frívolo como la presencia de niños.
Y debía realizar
una importante tarea, se reprochó mientras bajaba la mirada hacia el
escritorio, donde se encontraba el contrato que estaba revisando. Aquel contrato representaba la culminación de
sus esfuerzos por conseguir trabajar con la cuenta de Barrios Software, una
importante compañía de computadoras que necesitaba ayuda para organizar su campaña
publicitaria para lanzamiento al mercado de sus nuevos productos. Victoria había tenido comunicación
constantemente durante casi un mes con Francisco Barrios para lograr el
contrato que recién estaba revisando.
Victoria había preparado todo tipo de folletos informativos para él,
aceptando llamadas telefónicas en su casa para contestar sus preguntas, le
había acompañado a conocer las instalaciones de Publicidad Dones y había
sonreído con los dientes apretados mientras le apartaba la mano furtiva que se
deslizaba por una de sus rodillas mientras comían juntos para tratar de
negocios. Cuando él la había llamado la mañana anterior para decirle que había
decidido firmar el contrato con Publicidad Dones, Victoria se había sentido muy
orgullosa de sí misma.
Hasta que Francisco
había añadido.
F: Oye, Vicky (A
Victoria no le gustaba que la llamara por su apodo, porque entendía que la
relación laboral y profesional se vería afectada), no sabía que trabajabas para
Marcos Guerrero. Él y yo nos conocemos
desde hace... mmm... como unos quince años, fuimos compañeros en la Universidad. ¡Qué pequeño es el mundo! ¿Verdad? Acabo de hablar con él. Me ha dicho que gracias a las estrategias de Publicidad
Dones, mi compañía conseguirá salir en las páginas de la Revista Fortune. Por tanto, Vicky, estoy dispuesto a firmar ese
contrato. Pero escucha, preciosa, quiero
que colabores directamente con Marcos. Quiero
que mi viejo amigo vele por mis intereses.
¡Un mes! Durante un mes había tratado de convencer a Barrios
de que aceptara los servicios de Publicidad Dones, durante todo un mes había
estado soportando sus inoportunas llamadas telefónicas, sus manoseos por debajo
de la mesa… y todo, ¿para qué? Para que le saliera ahora con que aceptaba el
contrato porque un viejo amigote le había llamado por teléfono. Había conseguido conservar el tono impasible
cuando le contestó a Francisco.
V: No trabajo
para Marcos Guerrero. Él lleva más
tiempo en esta compañía que yo, pero no es mi jefe.
F: Pero ambos
pueden hacer un gran equipo en beneficio de la campaña de mi empresa y por
consiguiente a favor de Publicidad Dones ¿verdad?
V: Si eso es lo
que quieres, Francisco (había dicho ella con sequedad), no tengo ningún
inconveniente.
Hasta que colgó
el teléfono no se permitió lanzar un grito de fastidio. Claro que tenía inconveniente en trabajar con
Marcos Guerrero. Odiaba a aquel hombre. Era engreído y arrogante, y tenía una actitud
machista que irritaba a la joven. Incluso
sus colegas y compañeros de más edad en la compañía la trataban con un mínimo
de respeto, aunque era evidente que no se sentían muy felices de tener una
mujer entre sus filas. A pesar de sus
aparentes personalidades liberales, en el fondo ellos conservaban esos
ancestrales y antiguos prejuicios respecto a la habilidad de la mujer para
determinados trabajos. Sin embargo,
aceptaban a Victoria porque era inteligente y estaba dispuesta a trabajar con
más empeño que todos los demás, el haber
conseguido un cliente como la empresa Barrios Software habría sido una prueba
más de que, a pesar de ser mujer, constituía una buena oportunidad de
crecimiento para Publicidad Dones.
Pero cuando
estaba a punto de cantar victoria por aquel nuevo cliente, el idiota de Marcos
Guerrero había intervenido y le había robado la gloria. La tarde anterior había sido él y no Victoria
quien había recibido la enhorabuena de todo el mundo por conseguir el contrato
de Barrios Software, Victoria volvió a sufrir un ataque de furia al clavar la
mirada en el contrato que tenía ante ella. No soportaba la idea de trabajar con Marcos
Guerrero.
Cualquier otra
mujer de la compañía habría saltado de gusto ante la posibilidad de trabajar
con él, se dijo Victoria mientras repasaba las líneas del contrato, todas las
empleadas de Publicidad Dones habrían sucumbido ante el encanto de Marcos
Guerrero, ante su sexy y masculino atractivo, su sedoso pelo negro, unos
blancos dientes y dos hoyuelos que las enloquecía cuando que aparecían en sus
mejillas al sonreír.
A Victoria no le
impresionaba mucho. Marcos Guerrero no
era su tipo. Admitía que era guapo y
sexy, pero no le gustaba su engreimiento, ni la forma en que la trataba. Aunque él ha estado más tiempo en la compañía,
sus actividades eran del mismo nivel y en lo único que la aventajaba era en
experiencia.
A Victoria no le
gustaba la forma en que Marcos le explicaba las cosas, como si ella fuera una
ignorante. A Victoria le incomodaba que Marcos
guardara silencio cuando ella se acercaba en el momento en que él estaba
tratando algún asunto de negocios con alguien y después de dirigirle su boba
sonrisa de conquistador de oficina le dijera:
M: “Esto no debe
ser oído por una dama, Fernández”.
Y, sobre todo,
no le perdonaba que tratara siempre de quitarle los proyectos más ambiciosos y
difíciles. Las pocas ocasiones en que
ella se había quejado de aquella costumbre de su compañero de trabajo, Marcos le
había dicho:
M: ¿Por qué te
pones así, Fernández? ¿Por qué quieres
echarte encima la carga de un proyecto que podría alargarse durante años y
años? Deja que alguien con más energía y
aguante lo haga. Seamos realistas, no
permanecerás aquí el tiempo suficiente para ver concluido el proyecto. Las mujeres nunca duran mucho en estos
trabajos.
Otra vez. Era el llanto de un bebé, sin duda. Victoria apartó el contrato y concentró su
atención en el distante lamento, tratando de localizar su procedencia. ¿Quizá proviniera de fuera del edificio?
Se puso de pie y
fue hacia las ventanas que abarcaban todo un lado de la oficina. No había nadie
en los jardines que rodeaban el edificio y le habría sido imposible oír el
llanto infantil a través del cristal sellado del ventanal.
Extrañada se
pasó los dedos por el pelo. ¿Por qué oía el llanto de un bebé cuando debía
concentrarse en el contrato de Barrios?
Pero el sonido
era real, tan real como el timbre del teléfono. Cruzó la oficina hasta su
escritorio y levantó el auricular.
M: ¿Fernández? (La
saludó Marcos Guerrero con su profunda voz de barítono). Habla Guerrero. ¿Puedes subir un momento?
Victoria tuvo
por un momento la impresión de que el chillido aumentaba en intensidad y luego
cesaba por completo.
V: ¿Quieres que
revisemos el contrato Barrios? (preguntó Victoria, arremangándose
automáticamente la camisa).
M: Sólo quiero
que subas para que hablemos (dijo con un tono gruñón).
¡Vaya! se dijo
Victoria frunciendo el ceño, después de que Marcos cortara bruscamente la
comunicación. Guerrero nunca había sido
grosero con ella. No era su estilo. Marcos era siempre amable y encantador, en especial
con las mujeres de la oficina.
Cogió el
contrato y salió de su despacho. La
oficina de Marcos estaba sólo un piso más arriba y Victoria prefirió subir por
las escaleras a esperar el ascensor. El
ejercicio la relajaría y quería estar lo más tranquila posible cuando entrara
en la oficina de su compañero.
Al llegar al
piso superior del edificio, atravesó el pasillo alfombrado y llegó hasta la
puerta del despacho de Marcos. Llamó con
suavidad. Nadie contestó. Llamó con un poco más de fuerza y esta vez se
abrió la puerta. La escena que vio Victoria
al momento de abrir la puerta de la oficina de Marcos fue tan sorprendente que
se quedó en el umbral con la boca abierta y como paralizada.
Continuará...
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