domingo, 26 de enero de 2014

Capítulo 9


Capítulo 9

Victoria ve a Marcos sonreír y le responde con otra sonrisa.
M: ¿Te gusta la comida china? (preguntó mientras dejaba la bolsa encima de la mesa de la cocina). 

Victoria se encogió de hombros.  Observó en silencio a Marcos llevar los platos y vasos a la mesa y sacar el contenido de la bolsa de compras.  Silbaba suavemente; era evidente que su salida sin compañía le había rejuvenecido.

M: ¿Qué te gustaría beber? (preguntó).
V: Agua, está bien (dijo Victoria).

Marcos llenó dos vasos de agua con hielo, luego fue por el cochecito de Lautaro mientras Victoria dejaba el biberón sobre la mesa de la cocina para luego colocar a Lautaro dentro de su coche. 

Marcos sirvió la comida en ambos los platos.
M: ¡Caramba!, qué deliciosa se ve, lo cierto que tengo hambre (expresó Marcos para luego preguntar).  ¿Y qué han hecho ustedes dos mientras estaba fuera?

Victoria probó el arroz.  Estaba sabroso, pero no tenía mucho apetito.  Había conseguido no hacer ninguna pregunta a Marcos la tarde anterior, pero su conversación telefónica con Carol había despertado su curiosidad.

V: Ha llamado Carol (dijo con el tono más inexpresivo que le fue posible).

Marcos alzó la cabeza.

M: ¿Cuándo?
V: Cuando estabas fuera (respondió Victoria un poco irritada por su tonta pregunta). 
M: ¿Volverá a llamar?
V: Esta noche no.  Ha dicho que quizá mañana.

Marcos dejó su tenedor en el plato y reflexionó un momento.  Miró a Lautaro, luego a Victoria.  Se puso de pie y se dirigió hacia un armario.

M: ¿Quieres algo de beber? 
V: Tengo agua aquí.
M: Quiero decir algo de verdad, algo más fuerte (abrió el gabinete y sacó una botella).  ¿Whisky? ¿Vodka? ¿Vino?

Victoria movió la cabeza.
V: No, gracias.

Marcos observó el contenido del armario, lo cerró otra vez y volvió a la mesa.  Dio un trago a su vaso de agua y miró a Victoria con atención.

M: ¿Te ha dicho quién es ella?  ¿Cuál es su parentesco conmigo?  Victoria volvió a mover la cabeza.
V: Me ha dicho que está aclarando las cosas con… con alguien.
Victoria hundió nuevamente su tenedor en el arroz.  
V: Me ha preguntado cómo está Lautaro y... (consideró un segundo si debía mencionar su insinuación de que podía haber pasado la noche en casa de Marcos, pero decidió no hacerlo).  Me ha pedido que te de un abrazo de su parte. 

Marcos siguió estudiando con atención a Victoria, mientras parecía procesar lo que acababa de oír, como si tratara de descifrar al mismo tiempo la enigmática expresión de Victoria.  Al ver que ella permanecía en silencio, una sonrisa iluminó su cara.

M: Eres increíble, Victoria (dijo con admiración).
V: ¿Por qué?
M: No piensas hacen ninguna pregunta, ¿verdad?
V: ¿Sobre qué? (preguntó ella, con su expresión más ingenua).

La sonrisa de Marcos se convirtió en una carcajada.  Extendió una mano sobre la mesa y estrecho la de Victoria.

M: Cualquiera ya me habría agobiado con preguntas de todo tipo (dijo).  Sin duda ya habría creído tener derecho de averiguar algo.  Pero tú... no preguntas nada (su sonrisa se apagó un poco).  ¿Es obstinación o simple desinterés?
V: Ni una cosa ni otra (declaró Victoria).  Dijiste que no querías que te hicieran ninguna pregunta, y lo comprendo (se obligó a comer un poco más de arroz).  Dos de las secretarias me han arrinconado en el tocador y me han preguntado si el bebé es tuyo.  Marcos, la gente es demasiado curiosa, me he alegrado de no saber nada; así no he tenido que mentir.
M: Son terribles ¿verdad? (comentó él).  Qué montón de chismosas.
V: No, son sólo las mujeres (protestó Victoria con lealtad feminista).  Estoy segura de que muchos de tus colegas son igual de entrometidos.

Marcos movió la cabeza.

M: A los compañeros les ha importado un bledo lo del bebé.  Todos los chismes que he oído han provenido de las mujeres.  Por ejemplo, nunca he oído a ninguno de los compañeros hablar de Tomás, pero todas las secretarias han hablado de él.
V: ¿De Tomás? (Victoria atragantándose el bocado que ese momento tenía en su boca).

Victoria no sabía que su vida sentimental fuera una cuestión de público conocimiento en la oficina.  Ella nunca había hablado con nadie de Tomás, ni siquiera con los compañeros o compañeras con quienes mantenía una amistad más estrecha.  A Victoria no le gustaba hablar con nadie de sus asuntos personales.  Se desconcertó al oír que Marcos mencionaba a Tomás y tardó casi un minuto en recobrar el aplomo.  

V: ¿Qué sabes sobre Tomás?
M: Sé que te mandaba rosas rojas el día de San Valentín y rosas blancas el día de tu cumpleaños (dijo Marcos con voz apacible).  Que te llamaba a través de la computadora o mensajes de texto en vez de hacerlo por teléfono.  Parece que su relación terminó hacia el final de la primavera, pues dejó de enviar flores y llamar por esas fechas.
V: ¿Dónde has oído todo eso? (preguntó Victoria en un murmullo).
M: Chismes.

Ella le dirigió una mirada cautelosa.

V: Si no te gustan los chismes, ¿por qué los oyes?  Marcos jugó con su tenedor un momento.
M: Por curiosidad (admitió).
V: ¿Sentías curiosidad respecto a mí?
M: ¿Por qué no? (preguntó Marcos, guiñándole un ojo con expresión astuta).  Hay que conocer al enemigo, como suele decirse.
V: ¡Vaya! (masculló Victoria fastidiada por haber sido objeto de las murmuraciones oficinescas).  Bien merecido tienes por ser ahora la víctima de las habladurías.  Las grandes inquisidoras en el tocador para damas parecían dispuestas a aplicarme tormento para que les revelara lo que supiera sobre ti.

Marcos arqueó ligeramente las cejas.

M: ¿Qué te han preguntado?
V: Que si el bebé es tuyo.

Al parecer, Marcos esperaba tal suposición.  Su actitud juguetona desapareció mientras estudiaba a Victoria, con los ojos entornados.

M: ¿Tú qué crees?

Victoria recordó lo que Ellen había dicho respecto a la decencia y la precaución de Marcos.  Pero también recordó su reputación como casanova.  Se encogió de hombros.

V: No sé qué pensar. 

Marcos aspiró hondo y luego se volvió a mirar al bebé.  Lautaro se había quedado dormido en su cochecito.  Victoria no pudo dejar de advertir una profunda ternura en sus ojos mientras miraba al pequeño.  «Quizá», pensó, «quizá en una ocasión no haya sido cuidadoso ni decente.  Pero pensándolo mejor, para todo hay una primera vez».

M: Carol es mi hermana (dijo y a la misma vez alzó la cara hacia Victoria).  Por lo tanto, Lautaro es mi sobrino.  Tienes razón, se parece a mí.

V: No me debes ninguna explicación, Guerrero (dijo Victoria, extrañamente aliviada por sus palabras).
M: Te debo todas las explicaciones que pueda haber (declaró él).
V: Pero es obvio que tienes tus razones para no querer hablar del asunto.
M: Quiero hablar tanto que me duele (confesó Marcos, apartando su plato y posando los codos sobre la mesa).  

Apoyó la cabeza sobre las palmas de las manos y suspiró.

M: Carol me hizo jurarle que guardaría el secreto, pero... creo que merezco hablar con al­guien del asunto, compartir el peso.  ¿No crees?

Victoria no entendía qué peso era el que quería compartir él.  Pero si quería compartirlo con ella, estaba dispuesta a escucharle.

V: Te escucho.
M: Carol es... increíblemente atolondrada; a veces me exaspera.
V: ¿Por qué te ha pedido discreción?
M: Es madre soltera (explicó Marcos).  Mis padres todavía no lo saben.  Viven en el sur y no han mantenido nexos muy estrechos con Carol.  Siempre ha sido muy conflictiva y les ha dado muchos dolores de cabeza.  Pero… pero esto va más allá de su habitual estupidez.  Temo que sufran demasiado si se enteran.
V: ¿Tú crees? Lautaro es su nieto; quizá se sintieran encantados.
M: No sé.  Son un poco… bastante tradicionales (murmuró Marcos).  Lo único que sé es que me he pasado la vida ayudando a Carol, resolviendo sus problemas.  Le he dado dinero cuando ha estado en la quiebra y le he aconsejado sobre un montón de negocios absurdos.  Ella llama a eso estar liberada; intentarlo todo, vivir con libertad, ¡blah, blah!  Yo lo llamo vivir estúpidamente (dio un trago a su vaso de agua y suspiró).  El padre de Lautaro es un tipo bastante decente.  Cuando supo que Carol estaba embarazada se ofreció a casarse con ella, pero ella dijo que no quería atarse a nadie.  De manera que armó sus maletas y se fue.  Ahora tiene a Lautaro y se ha dado cuenta de que necesita recuperar a su antiguo novio.  Ahora si quiere casarse con él, después de todo.  Aduce que es normal en una mujer el cambiar de opinión (Victoria hizo un gesto y Marcos sonrió con ironía).  No sé gran cosa sobre las mujeres y lo que es normal en ellas, lo único que sé es que Carol no puede criar sola a Lautaro.  De modo que ha ido en busca de su amante a Florida y ahora está tratando de reconquistarle.

Victoria escuchaba, absorta, la historia que Marcos le relataba.  Sin duda no podría suponer que todas las mujeres fuesen tan inconstantes y atolondradas como su hermana.  Pero si había crecido a su lado y había tenido que auxiliarla en varios de sus descalabros, quizá eso pudiera explicar por qué pensaba que las mujeres eran menos competentes y más emocionales que los hombres.  Victoria no aceptaba esa idea pero podía entender de dónde había surgido.

Bajó la mirada hacia la mano de Marcos, que seguía posada sobre la de ella en el centro de la mesa.  No había nada de romántico en el apretón; más bien, él parecía buscar consuelo, apoyo y amistad.  Victoria movió la mano y entrelazó los dedos con los de él.

V: Entiendo por qué no quieres que tus padres se enteren (comentó).  ¿Pero por qué quieres ocultárselo a los compañeros de trabajo?

Marcos suspiró.

M: No me gusta que nadie hable de mi hermana (explicó).  Me cansa, me molesta, me fastidia, pero es mi hermana y la quiero.  No me gustaría estar dando explicaciones a todo el mundo sobre su conducta, ni que la gente se riera de mi o se compadeciera de mí por tener que soportarla.
V: ¿Te has puesto a pensar que tu misteriosa actitud está invitando a los comentarios y chismes de pasillo de los empleados de la compañía?
M: No me importa (dijo Marcos, sonriendo con malicia).  De cualquier manera, sé que casi todo el mundo se hace conjeturas sobre mí en la compañía.  La mitad de lo que se dice de mí es mentira, pero no deja de divertirme.

Los ojos de Victoria se abrieron desmesuradamente.

V: ¿Qué mitad es falsa?


Continuará….

No hay comentarios:

Publicar un comentario