Capítulo
9
Victoria ve a
Marcos sonreír y le responde con otra sonrisa.
M: ¿Te gusta la
comida china? (preguntó mientras dejaba la bolsa encima de la mesa de la cocina).
Victoria se
encogió de hombros. Observó en silencio
a Marcos llevar los platos y vasos a la mesa y sacar el contenido de la bolsa
de compras. Silbaba suavemente; era
evidente que su salida sin compañía le había rejuvenecido.
M: ¿Qué te
gustaría beber? (preguntó).
V: Agua, está
bien (dijo Victoria).
Marcos llenó dos
vasos de agua con hielo, luego fue por el cochecito de Lautaro mientras
Victoria dejaba el biberón sobre la mesa de la cocina para luego colocar a
Lautaro dentro de su coche.
Marcos sirvió la
comida en ambos los platos.
M: ¡Caramba!,
qué deliciosa se ve, lo cierto que tengo hambre (expresó Marcos para luego
preguntar). ¿Y qué han hecho ustedes dos
mientras estaba fuera?
Victoria probó
el arroz. Estaba sabroso, pero no tenía
mucho apetito. Había conseguido no hacer
ninguna pregunta a Marcos la tarde anterior, pero su conversación telefónica
con Carol había despertado su curiosidad.
V: Ha llamado
Carol (dijo con el tono más inexpresivo que le fue posible).
Marcos alzó la
cabeza.
M: ¿Cuándo?
V: Cuando
estabas fuera (respondió Victoria un poco irritada por su tonta pregunta).
M: ¿Volverá a
llamar?
V: Esta noche
no. Ha dicho que quizá mañana.
Marcos dejó su
tenedor en el plato y reflexionó un momento. Miró a Lautaro, luego a Victoria. Se puso de pie y se dirigió hacia un armario.
M: ¿Quieres algo
de beber?
V: Tengo agua
aquí.
M: Quiero decir
algo de verdad, algo más fuerte (abrió el gabinete y sacó una botella). ¿Whisky? ¿Vodka? ¿Vino?
Victoria movió
la cabeza.
V: No, gracias.
Marcos observó
el contenido del armario, lo cerró otra vez y volvió a la mesa. Dio un trago a su vaso de agua y miró a
Victoria con atención.
M: ¿Te ha dicho
quién es ella? ¿Cuál es su parentesco
conmigo? Victoria volvió a mover la
cabeza.
V: Me ha dicho
que está aclarando las cosas con… con alguien.
Victoria hundió nuevamente
su tenedor en el arroz.
V: Me ha
preguntado cómo está Lautaro y... (consideró un segundo si debía mencionar su
insinuación de que podía haber pasado la noche en casa de Marcos, pero decidió
no hacerlo). Me ha pedido que te de un
abrazo de su parte.
Marcos siguió
estudiando con atención a Victoria, mientras parecía procesar lo que acababa de
oír, como si tratara de descifrar al mismo tiempo la enigmática expresión de
Victoria. Al ver que ella permanecía en
silencio, una sonrisa iluminó su cara.
M: Eres
increíble, Victoria (dijo con admiración).
V: ¿Por qué?
M: No piensas
hacen ninguna pregunta, ¿verdad?
V: ¿Sobre qué? (preguntó
ella, con su expresión más ingenua).
La sonrisa de
Marcos se convirtió en una carcajada. Extendió
una mano sobre la mesa y estrecho la de Victoria.
M: Cualquiera ya
me habría agobiado con preguntas de todo tipo (dijo). Sin duda ya habría creído tener derecho de
averiguar algo. Pero tú... no preguntas
nada (su sonrisa se apagó un poco). ¿Es
obstinación o simple desinterés?
V: Ni una cosa
ni otra (declaró Victoria). Dijiste que
no querías que te hicieran ninguna pregunta, y lo comprendo (se obligó a comer
un poco más de arroz). Dos de las
secretarias me han arrinconado en el tocador y me han preguntado si el bebé es
tuyo. Marcos, la gente es demasiado
curiosa, me he alegrado de no saber nada; así no he tenido que mentir.
M: Son terribles
¿verdad? (comentó él). Qué montón de chismosas.
V: No, son sólo
las mujeres (protestó Victoria con lealtad feminista). Estoy segura de que muchos de tus colegas son
igual de entrometidos.
Marcos movió la
cabeza.
M: A los
compañeros les ha importado un bledo lo del bebé. Todos los chismes que he oído han provenido de
las mujeres. Por ejemplo, nunca he oído
a ninguno de los compañeros hablar de Tomás, pero todas las secretarias han
hablado de él.
V: ¿De Tomás? (Victoria
atragantándose el bocado que ese momento tenía en su boca).
Victoria no
sabía que su vida sentimental fuera una cuestión de público conocimiento en la
oficina. Ella nunca había hablado con
nadie de Tomás, ni siquiera con los compañeros o compañeras con quienes
mantenía una amistad más estrecha. A
Victoria no le gustaba hablar con nadie de sus asuntos personales. Se desconcertó al oír que Marcos mencionaba a Tomás
y tardó casi un minuto en recobrar el aplomo.
V: ¿Qué sabes
sobre Tomás?
M: Sé que te
mandaba rosas rojas el día de San Valentín y rosas blancas el día de tu
cumpleaños (dijo Marcos con voz apacible). Que te llamaba a través de la computadora o
mensajes de texto en vez de hacerlo por teléfono. Parece que su relación terminó hacia el final
de la primavera, pues dejó de enviar flores y llamar por esas fechas.
V: ¿Dónde has
oído todo eso? (preguntó Victoria en un murmullo).
M: Chismes.
Ella le dirigió
una mirada cautelosa.
V: Si no te
gustan los chismes, ¿por qué los oyes? Marcos
jugó con su tenedor un momento.
M: Por
curiosidad (admitió).
V: ¿Sentías
curiosidad respecto a mí?
M: ¿Por qué no? (preguntó
Marcos, guiñándole un ojo con expresión astuta). Hay que conocer al enemigo, como suele
decirse.
V: ¡Vaya! (masculló
Victoria fastidiada por haber sido objeto de las murmuraciones oficinescas). Bien merecido tienes por ser ahora la víctima
de las habladurías. Las grandes
inquisidoras en el tocador para damas parecían dispuestas a aplicarme tormento
para que les revelara lo que supiera sobre ti.
Marcos arqueó
ligeramente las cejas.
M: ¿Qué te han
preguntado?
V: Que si el
bebé es tuyo.
Al parecer,
Marcos esperaba tal suposición. Su actitud
juguetona desapareció mientras estudiaba a Victoria, con los ojos entornados.
M: ¿Tú qué
crees?
Victoria recordó
lo que Ellen había dicho respecto a la decencia y la precaución de Marcos. Pero también recordó su reputación como
casanova. Se encogió de hombros.
V: No sé qué
pensar.
Marcos aspiró
hondo y luego se volvió a mirar al bebé. Lautaro se había quedado dormido en su
cochecito. Victoria no pudo dejar de
advertir una profunda ternura en sus ojos mientras miraba al pequeño. «Quizá», pensó, «quizá en una ocasión no haya
sido cuidadoso ni decente. Pero pensándolo
mejor, para todo hay una primera vez».
M: Carol es mi
hermana (dijo y a la misma vez alzó la cara hacia Victoria). Por lo tanto, Lautaro es mi sobrino. Tienes razón, se parece a mí.
V: No me debes ninguna
explicación, Guerrero (dijo Victoria, extrañamente aliviada por sus palabras).
M: Te debo todas
las explicaciones que pueda haber (declaró él).
V: Pero es obvio
que tienes tus razones para no querer hablar del asunto.
M: Quiero hablar
tanto que me duele (confesó Marcos, apartando su plato y posando los codos
sobre la mesa).
Apoyó la cabeza
sobre las palmas de las manos y suspiró.
M: Carol me hizo
jurarle que guardaría el secreto, pero... creo que merezco hablar con alguien
del asunto, compartir el peso. ¿No
crees?
Victoria no
entendía qué peso era el que quería compartir él. Pero si quería compartirlo con ella, estaba
dispuesta a escucharle.
V: Te escucho.
M: Carol es...
increíblemente atolondrada; a veces me exaspera.
V: ¿Por qué te
ha pedido discreción?
M: Es madre
soltera (explicó Marcos). Mis padres
todavía no lo saben. Viven en el sur y
no han mantenido nexos muy estrechos con Carol. Siempre ha sido muy conflictiva y les ha dado
muchos dolores de cabeza. Pero… pero
esto va más allá de su habitual estupidez. Temo que sufran demasiado si se enteran.
V: ¿Tú crees? Lautaro
es su nieto; quizá se sintieran encantados.
M: No sé. Son un poco… bastante tradicionales (murmuró
Marcos). Lo único que sé es que me he
pasado la vida ayudando a Carol, resolviendo sus problemas. Le he dado dinero cuando ha estado en la
quiebra y le he aconsejado sobre un montón de negocios absurdos. Ella llama a eso estar liberada; intentarlo
todo, vivir con libertad, ¡blah, blah! Yo
lo llamo vivir estúpidamente (dio un trago a su vaso de agua y suspiró). El padre de Lautaro es un tipo bastante
decente. Cuando supo que Carol estaba
embarazada se ofreció a casarse con ella, pero ella dijo que no quería atarse a
nadie. De manera que armó sus maletas y
se fue. Ahora tiene a Lautaro y se ha
dado cuenta de que necesita recuperar a su antiguo novio. Ahora si quiere casarse con él, después de
todo. Aduce que es normal en una mujer
el cambiar de opinión (Victoria hizo un gesto y Marcos sonrió con ironía). No sé gran cosa sobre las mujeres y lo que es
normal en ellas, lo único que sé es que Carol no puede criar sola a Lautaro. De modo que ha ido en busca de su amante a
Florida y ahora está tratando de reconquistarle.
Victoria
escuchaba, absorta, la historia que Marcos le relataba. Sin duda no podría suponer que todas las
mujeres fuesen tan inconstantes y atolondradas como su hermana. Pero si había crecido a su lado y había tenido
que auxiliarla en varios de sus descalabros, quizá eso pudiera explicar por qué
pensaba que las mujeres eran menos competentes y más emocionales que los
hombres. Victoria no aceptaba esa idea
pero podía entender de dónde había surgido.
Bajó la mirada
hacia la mano de Marcos, que seguía posada sobre la de ella en el centro de la
mesa. No había nada de romántico en el
apretón; más bien, él parecía buscar consuelo, apoyo y amistad. Victoria movió la mano y entrelazó los dedos
con los de él.
V: Entiendo por
qué no quieres que tus padres se enteren (comentó). ¿Pero por qué quieres ocultárselo a los
compañeros de trabajo?
Marcos suspiró.
M: No me gusta
que nadie hable de mi hermana (explicó).
Me cansa, me molesta, me fastidia, pero es mi hermana y la quiero. No me gustaría estar dando explicaciones a
todo el mundo sobre su conducta, ni que la gente se riera de mi o se
compadeciera de mí por tener que soportarla.
V: ¿Te has
puesto a pensar que tu misteriosa actitud está invitando a los comentarios y
chismes de pasillo de los empleados de la compañía?
M: No me importa
(dijo Marcos, sonriendo con malicia). De
cualquier manera, sé que casi todo el mundo se hace conjeturas sobre mí en la
compañía. La mitad de lo que se dice de
mí es mentira, pero no deja de divertirme.
Los ojos de
Victoria se abrieron desmesuradamente.
V: ¿Qué mitad es
falsa?
Continuará….
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