Capítulo
4
M: He pensado
sacar esta pizza congelada... (Marcos sacó del refrigerador la pizza congelada
y así seguir las instrucciones del dorso del paquete), así que tendrás diez
minutos más o menos para enumerarme todos mis defectos. ¿Crees que podrás hablar tan deprisa?
Marcos rio
sarcásticamente y Victoria solo lo imitó, incluso el bebé lanzó una risita
alborozada. Victoria lo alzó un poco
sobre su regazo para que pudiera ver a Marcos y le dijo a Lautaro.
V: Ver a un
hombre preparar la comida te vendría muy bien. (y a Marcos le dijo). Quizás así olvide esa absurda creencia de que
la cocina es terreno exclusivo de las mujeres.
Marcos sacó la
pizza del paquete. La puso en un molde
de pizza y la metió en el horno,
M: ¿Bien? (instó
a Victoria). La comida ya está en
marcha.
V: Para empezar,
eres muy dado a los flirteos.
M: ¿Los
flirteos? (Marcos sopesó con cautela la acusación de Victoria). Flirtear implica frivolidad. ¿Qué te hace pensar que soy frívolo?
V: La forma en
que abordas todas las mujeres que conoces, inmediatamente adoptas un aire de Don
Juan Tenorio (observó Victoria).
M: Eso no es
cierto (protestó Marcos con firmeza). No
adopto ningún aire de conquistador, simplemente soy... un hombre amable.
V: ¿De verdad
quieres que continuemos con esto, Marcos? (preguntó Victoria, irritada de
repente con él).
Todavía no
estaba segura de por qué había accedido a ayudarle con Lautaro, por qué había
aceptado salir antes del trabajo para acompañarlo a comprar cosas para el bebé
y luego ir con él a su apartamento. Su
desesperada súplica de ayuda había tenido algo que ver con su aceptación, pero
sin duda no era la única razón.
Victoria no
quería pensar en que sentía alguna debilidad sentimental por Marcos. Sin embargo, sabía que no podría irse de su
casa en aquel momento. O quizá si
pudiera, pero no lo deseaba.
V: No tengo
ganas de analizarte (añadió con voz tranquila). Podrás ser tu tema favorito de conversación,
Marcos, pero no el mío.
Toda huella o
mueca de humor había desaparecido de la cara de Marcos cuando dijo:
M: No me estoy
portando como un seductor contigo, Victoria. Es obvio que te molestaría y no lo hago. La forma como me comporto con las otras
mujeres no debería importarte lo más mínimo. Presumo de llevarme bien con la gente, pero
contigo... ¿Por qué eres tan hostil conmigo, Fernández?
Victoria estaba
demasiado absorta en reflexionar sobre lo que él le había dicho respecto a su
comportamiento con otras mujeres para contestar en el acto. Era cierto, ¿qué le importaba a ella que
Marcos flirteara o no con las demás empleadas de la compañía? El hecho de que la respetara lo suficiente
para no galantear con ella debía complacerla, no molestarla.
Turbada por la
exasperante posibilidad de que en el fondo quizá lo que deseaba era que Marcos
flirteara también con ella, apartó de su mente aquel pensamiento.
V: ¿No han
terminado los diez minutos? (preguntó mirando hacia el horno).
Marcos sonrió.
M: Creí que
tenías una larga lista de reproches que hacerme.
Victoria se negó
a caer en la trampa.
V: Si sientes
alguna hostilidad en mí, quizás se deba a que no me gusta ser tratada como un
ser inferior.
M: No te trato
como a un ser inferior (le replicó Marcos).
V: Entonces,
¿por qué me excluiste de los proyectos Álvarez y Díaz? ¿Por qué aprovechaste a mis espaldas tu
amistad con Barrios para firmar el contrato cuando yo le tenía casi convencido?
¿Por qué?
M: No he hecho
nada a tus espaldas (se defendió Marcos ante el ataque verbal de Victoria). Simplemente me pareció un buen cliente para la
compañía y he querido asegurarle. Yo
sólo estaba pensando en el bien de la compañía, no en mí propio prestigio.
V: Yo podía
haber finalizado el contrato con ese cliente. Pero no tenías confianza en mí y por eso le
llamaste por teléfono (dijo agregando en su defensa).
Marcos
reflexionó un momento, luego apagó el horno y se volvió hacia Victoria.
M: Está bien. Hace tiempo que conozco a Barrios y se cómo
trabaja su mente. Es el tipo de hombre
que desconfía de las mujeres de negocios.
Victoria lanzó
un bufido de indignación.
V: Barrios
desconfía de las mujeres de negocios pero no le molesta aprovechar las comidas
de negocios para tratar de agarrarles las rodillas por debajo de la mesa.
M: ¿Hace eso? ¿Te agarró las rodillas? (Marcos giró los ojos
y sacudió la cabeza). ¿Lo ves, Victoria?
Estás en desventaja cuando se trata de
esas cuestiones. Francisco Barrios no le
habría agarrado las rodillas a un hombre por debajo del mantel.
Marcos tenía un
punto a su favor, pero un punto muy débil. EL hecho de que Francisco Barrios fuera un
zorro mañoso no ponía a Victoria en desventaja, ella le había manejado con
discreción y habilidad, sin herir su ego.
V: No veo por
qué el hecho de tener que lidiar a veces con imbéciles como Francisco Barrios
me puede convertir en un asesor de inferior calidad (dijo con lentitud).
M: No te hace de
inferior calidad (aclaró Marcos). Pero
debes admitir que los clientes se comportan contigo de un modo diferente a como
lo hacen con los asesores masculinos de la compañía. He conocido algunos clientes que no quieren
aceptar recomendaciones de una mujer. No
les gusta que una mujer los asesore. Fue
eso lo le sucedió a Rhonda Culpeper, y estoy seguro de que te ha sucedido a ti
también o te sucederá (sacó del molde de metal con la pizza del horno y lo dejo
en la mesa). Las mujeres se toman las
cosas muy a pecho. Nunca se te ocurrió
que mi llamada a Barrios fuera una cuestión de simple sentido común. Lo has interpretado como si yo estuviera
tratando de perjudicar tu trabajo, como si estuviera dando un mensaje indirecto
sobre tu capacidad. Estás muy equivocada. Sólo estaba tratando de asegurarme de que Barrios
contratara nuestros servicios. Las
mujeres siempre se toman todo de un modo personal (concluyó).
V: No es cierto
(replicó Victoria con calma). Te aseguro
que Francisco Barrios no posó su mano sobre mi rodilla de manera personal te lo
aseguro.
Marcos rio
divertido.
M: Victoria, te
puedo asegurar que eso tenía una doble intención, más bien personal, muy
personal
Marcos salió de
la cocina sin dejar de reír para volver poco después empujando el cochecito del
bebé. Cogió a Lautaro del regazo de
Victoria y lo colocó dentro del cochecito, luego lo llevó al lado de la mesa. Lo dejó allí y fue a sacar una botella de vino
del porta vino. El bebé empezó a llorar.
M: Oye, oye nada
de llantos, muchachito (le reprendió Marcos). Tu madre dice que sólo das la lata de las tres
y media a las cuatro y media de la tarde y se supone que debes ser un ángel el
resto de la tarde y noche. Ya son más de
las cinco, así que a sonreír.
Lautaro miro a
Marcos con sus ojos suspicaces y luego continuó gimoteando. Victoria le entregó su anilla de plástico y el
bebé dejó de llorar.
M: ¿Lo ves? (dijo
Marcos). No importa lo que tu madre no
te haya enseñado, tienes intuición maternal. Siempre consigues tranquilizarlo.
V: Le tranquiliza
su juguete.
Marcos rio entre
dientes y descorcho la botella. Llenó
dos copas largas y las llevó a la mesa, luego sacó dos platos y se sentó
enfrente de Victoria.
M: Tú dirás lo
que quieras, Fernández, pero es un hecho irrefutable que las mujeres son
mejores madres que los hombres.
V: Esa no es la
cuestión (replicó Victoria, incapaz de reprimir una sonrisa).
M: ¿Cuál es
entonces? Las mujeres se convierten en
madres. Ese es otro hecho que deben
aceptar. No estoy diciendo que eso las
vuelva inferiores, pero debes aceptar los hechos. La mayoría de las mujeres se quedan
embarazadas a la larga y abandonan el trabajo, como lo hizo Rhonda Culpeper.
V: Yo no soy Rhonda Culpeper (aclaró Victoria, sin
preocuparse en añadir que dentro de algunos años quizá se encontrara en la misma
situación que Rhonda, es decir, tratando de compaginar la maternidad con su
carrera profesional).
La madre de
Victoria había decidido continuar trabajando después de que naciera ella y
aunque ésta podía entender la decisión de su madre, esta decisión había dejado
su marca en su niñez. Las cosas eran
diferentes ahora, no obstante. Era más
aceptable valerse del servicio de guarderías y niñeras disponibles. Aunque tenía la convicción que los padres deben
participar más activamente en el cuidado de sus hijos.
¿Por qué su
mente no dejaba de desviarse en esa dirección?, se preguntó Victoria. Desde que había oído los lamentos de un bebé
en su despacho, no había dejado de pensar en la maternidad. Todavía no quería ser madre, ni siquiera
quería pensar en la posibilidad de ser madre.
Pero parecía que
el niño que estaba sentado en su cochecito apretando con una mano la anilla
mientras intentaba al mismo tiempo meterse los cinco dedos de la otra manita a
la boca, estaba ejerciendo un hechizo mágico en ella. El tenerle en su regazo no la había llenado de
sabiduría maternal, pero sí de ternura.
M: ¿Tú que vas a
hacer cuando te quedes embarazada? Es
muy posible que también dejes el trabajo.
V: ¿Quién dice
que voy a quedarme embarazada? (replicó Victoria, después de dar un sorbo a su
vino). En realidad, eres tú quien
debiera estar haciendo esa pregunta. ¿Qué vas a hacer con tu trabajo mientras
tengas aquí a Lautaro?
Marcos contempló
al aludido y reflexionó un momento.
M: Hoy es
jueves. Supongo que me tomare el día libre
mañana y luego viene el fin de semana...
V: Y luego
vendrá el lunes y, ¿qué vas a hacer? Más
vale que empieces a buscar información sobre guarderías o niñeras. No querrás que todo mundo en P&D piense
que eres inferior porque tienes que quedarte en casa con un bebé en lugar de
ser un emprendedor y activo asesor financiero.
Los ojos de
Marcos lanzaron chispas al mirar a Victoria con una mezcla de indignación e
inquietud.
M: Ya pensaré en
algo (murmuró). Espero que para el lunes
ya haya regresado Carol.
La tentación de
preguntarle algo acerca de la madre del pequeño era muy grande, pero Victoria
la reprimió dando un mordisco a su pizza. Masticó, tragó y torció el gesto.
V: La pizza
helada está horrible (dijo al fin).
M: La pizza
helada es mi máximo logro culinario (contestó Marcos). La próxima vez preparas tú la cena.
V: ¿Quién ha
dicho que va a haber una próxima vez? (Victoria dio un largo sorbo a su vino y
sonrió). Al menos el vino no está malo (dio
otro sorbo y miró a Marcos por encima del borde de su vaso). Entonces, mientras estés con Lautaro en casa,
yo tendré que hacer todo el trabajo del asunto Barrios, ¿no es así?
M: Podremos
trabajar juntos (mantuvo Marcos). Podrías tenerme informado por teléfono y…
V: ¿Tenerte
informado sobre qué? ¿Sobre cuánto he
hecho mientras tú estás aquí haciendo de niñera?
Marcos se metió
en la boca un trozo de pizza y reflexiono mientras masticaba.
M: Los dos
podríamos trabajar aquí, si estás dispuesta (sugirió). Tengo teléfono y ordenador. Podríamos diseñar un plan de trabajo para
llevarlo al Departamento de Investigación de Mercado el lunes.
Victoria le miró
con expresión de burla.
V: Si te quedas
encerrado aquí con conmigo y Lautaro los próximos días, ¿a quién le contarás
tus chistes verdes?
Marcos cogió su
vaso y lo alzó, pero sus ojos se quedaron fijos en Victoria. Victoria se dio cuenta de que Marcos lo estaba
desafiando y sus hoyuelos de su sonrisa eran la señal de que le gustaba el
reto. Marcos un trago a su vino, dejó el
vaso y preguntó:
M: ¿Has oído ya
el chiste de la vendedora ambulante y el hijo del granjero?
Victoria le miró
con los ojos muy abiertos.
V: ¿Realmente
hay un chiste sobre una vendedora y un hijo de granjero?
Marcos asintió y
su sonrisa se hizo más amplia.
V: Vaya, parece
que hemos progresado mucho (dijo Victoria evidentemente divertida). Una vendedora y el hijo del granjero… uf…
M: Si friegas
los platos te lo contaré (prometió Marcos).
V: Vaya con el
progreso (masculló Victoria). ¿Por qué
debo ser yo quien los friegue?
M: No tienes que
fregarlos, solo enjuagarlos y meterlos en agua con jabón (ante la mirada de la
joven, añadió). Después de todo, yo he
preparado la cena.
V: ¿Le llamas
preparar la cena a calentar una pizza?
Marcos rio de
buena gana.
M: Toma otro
trozo, Victoria (ofreció). Y bebe más
vino. Me temo que la mayoría de mis
chistes no son muy graciosos, pero si bebes un poco más, podría hasta hacerte
sonreír (volvió a llenar las copas de ambos). Espero que no me juzgues frívolo si te digo
que deberías sonreír más a menudo.
Victoria adoptó
una actitud defensiva.
V: Sonrío con la
frecuencia suficiente.
M: No es cierto (debatió
Marcos con expresión seria). Y si tengo
que atiborrarte de vino y contarte todos los chistes verdes de mi repertorio
para conseguir que sonrías un poco más, lo haré.
V: Creí que no
ibas a flirtear conmigo (dijo Victoria con expresión recelosa y los labios
apretados).
M: No estoy
flirteando contigo (le aseguró Marcos). Sólo estaba diciendo la verdad. Ya me odias, así que no tengo mucho que perder
siendo sincero contigo.
V: No te odio (añadió
Victoria con creciente nerviosismo).
M: ¿Me
aborreces? ¿Me detestas? ¿Te soy antipático? ¿Qué término prefieres o haz elegido?
Victoria apretó
los labios. Apartó su silla y se puso de
pie.
V: Me voy (anuncio).
Marcos también
se levantó y le puso una mano en el hombro para retenerla en su sitio.
M: ¿Tienes
miedo?
V: Claro que no.
M: Entonces
quédate. Friega los platos mientras yo
cambio el pañal a Lautaro, luego trataremos de dormirle para poder planear la
estrategia de Barrios Software. Prometo
que no trataré más de hacerte sonreír.
Victoria le miró
por un momento, y, sin saber por qué, quiso sonreír para él.
V: Fregaré los
platos (accedió, con voz apenas audible pero más firme de lo que deseaba). Y terminare mi vino y luego me podrás contar
tu estúpido chiste, y ya te haré saber si vale una sonrisa. No te tengo miedo. Guerrero, pero no suelo
sonreír a menos que sienta deseos de hacerlo.
M: Dios me libre
de una mujer empecinada (gruñó Marcos sonriendo).
No era su
habitual sonrisa seductora, sino más bien era una sonrisa amistosa, franca. Los labios de Victoria se curvaron en las
comisuras y no hizo ningún esfuerzo por resistir el reflejo. No, no era un reflejo. Su sonrisa era real, tan sincera como la de
Marcos. No tenía miedo de él, ni
siquiera cuando la tocaba o cuando sus ojos se clavaban en los de ella, de
manera profunda e intensa. Simplemente
deseaba compartir con él una sonrisa. Una
sonrisa sincera, casi amistosa.
Victoria accedió
a quedarse para trabajar en el contrato de Francisco Barrios….
Continuará….
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