sábado, 18 de enero de 2014

Capítulo 4


Capítulo 4

M: He pensado sacar esta pizza congelada... (Marcos sacó del refrigerador la pizza congelada y así seguir las instrucciones del dorso del paquete), así que tendrás diez minutos más o menos para enumerarme todos mis defectos.  ¿Crees que podrás hablar tan deprisa?

Marcos rio sarcásticamente y Victoria solo lo imitó, incluso el bebé lanzó una risita alborozada.  Victoria lo alzó un poco sobre su regazo para que pudiera ver a Marcos y le dijo a Lautaro.
V: Ver a un hombre preparar la comida te vendría muy bien.  (y a Marcos le dijo).  Quizás así olvide esa absurda creencia de que la cocina es terreno exclusivo de las mujeres.

Marcos sacó la pizza del paquete.  La puso en un molde de pizza y la metió en el horno,

M: ¿Bien? (instó a Victoria).  La comida ya está en marcha.
V: Para empezar, eres muy dado a los flirteos.
M: ¿Los flirteos? (Marcos sopesó con cautela la acusación de Victoria).  Flirtear implica frivolidad.  ¿Qué te hace pensar que soy frívolo?
V: La forma en que abordas todas las mujeres que conoces, inmediatamente adoptas un aire de Don Juan Tenorio (observó Victoria).
M: Eso no es cierto (protestó Marcos con firmeza).  No adopto ningún aire de conquistador, simplemente soy... un hombre amable.
V: ¿De verdad quieres que continuemos con esto, Marcos? (preguntó Victoria, irritada de repente con él).

Todavía no estaba segura de por qué había accedido a ayudarle con Lautaro, por qué había aceptado salir antes del trabajo para acompañarlo a comprar cosas para el bebé y luego ir con él a su apartamento.  Su desesperada súplica de ayuda había tenido algo que ver con su aceptación, pero sin duda no era la única razón.

Victoria no quería pensar en que sentía alguna debilidad sentimental por Marcos.  Sin embargo, sabía que no podría irse de su casa en aquel momento.  O quizá si pudiera, pero no lo deseaba.

V: No tengo ganas de analizarte (añadió con voz tranquila).  Podrás ser tu tema favorito de conversación, Marcos, pero no el mío.

Toda huella o mueca de humor había desaparecido de la cara de Marcos cuando dijo:

M: No me estoy portando como un seductor contigo, Victoria.  Es obvio que te molestaría y no lo hago.  La forma como me comporto con las otras mujeres no debería importarte lo más mínimo.  Presumo de llevarme bien con la gente, pero contigo... ¿Por qué eres tan hostil conmigo, Fernández?

Victoria estaba demasiado absorta en reflexionar sobre lo que él le había dicho respecto a su comportamiento con otras mujeres para contestar en el acto.  Era cierto, ¿qué le importaba a ella que Marcos flirteara o no con las demás empleadas de la compañía?  El hecho de que la respetara lo suficiente para no galantear con ella debía complacerla, no molestarla.

Turbada por la exasperante posibilidad de que en el fondo quizá lo que deseaba era que Marcos flirteara también con ella, apartó de su mente aquel pensamiento.

V: ¿No han terminado los diez minutos? (preguntó mirando hacia el horno).

Marcos sonrió.
M: Creí que tenías una larga lista de reproches que hacerme.

Victoria se negó a caer en la trampa.
V: Si sientes alguna hostilidad en mí, quizás se deba a que no me gusta ser tratada como un ser inferior.
M: No te trato como a un ser inferior (le replicó Marcos).
V: Entonces, ¿por qué me excluiste de los proyectos Álvarez y Díaz?  ¿Por qué aprovechaste a mis espaldas tu amistad con Barrios para firmar el contrato cuando yo le tenía casi convencido?  ¿Por qué?
M: No he hecho nada a tus espaldas (se defendió Marcos ante el ataque verbal de Victoria).  Simplemente me pareció un buen cliente para la compañía y he querido asegurarle.  Yo sólo estaba pensando en el bien de la compañía, no en mí propio prestigio.
V: Yo podía haber finalizado el contrato con ese cliente.  Pero no tenías confianza en mí y por eso le llamaste por teléfono (dijo agregando en su defensa).

Marcos reflexionó un momento, luego apagó el horno y se volvió hacia Victoria.

M: Está bien.  Hace tiempo que conozco a Barrios y se cómo trabaja su mente.  Es el tipo de hombre que desconfía de las mujeres de negocios.

Victoria lanzó un bufido de indignación.

V: Barrios desconfía de las mujeres de negocios pero no le molesta aprovechar las comidas de negocios para tratar de agarrarles las rodillas por debajo de la mesa.
M: ¿Hace eso?  ¿Te agarró las rodillas? (Marcos giró los ojos y sacudió la cabeza).  ¿Lo ves, Victoria?  Estás en desventaja cuando se trata de esas cuestiones.  Francisco Barrios no le habría agarrado las rodillas a un hombre por debajo del mantel.

Marcos tenía un punto a su favor, pero un punto muy débil.  EL hecho de que Francisco Barrios fuera un zorro mañoso no ponía a Victoria en desventaja, ella le había manejado con discreción y habilidad, sin herir su ego.

V: No veo por qué el hecho de tener que lidiar a veces con imbéciles como Francisco Barrios me puede convertir en un asesor de inferior calidad (dijo con lentitud).
M: No te hace de inferior calidad (aclaró Marcos).  Pero debes admitir que los clientes se comportan contigo de un modo diferente a como lo hacen con los asesores masculinos de la compañía.  He conocido algunos clientes que no quieren aceptar recomendaciones de una mujer.  No les gusta que una mujer los asesore.  Fue eso lo le sucedió a Rhonda Culpeper, y estoy seguro de que te ha sucedido a ti también o te sucederá (sacó del molde de metal con la pizza del horno y lo dejo en la mesa).  Las mujeres se toman las cosas muy a pecho.  Nunca se te ocurrió que mi llamada a Barrios fuera una cuestión de simple sentido común.  Lo has interpretado como si yo estuviera tratando de perjudicar tu trabajo, como si estuviera dando un mensaje indirecto sobre tu capacidad.  Estás muy equivocada.  Sólo estaba tratando de asegurarme de que Barrios contratara nuestros servicios.  Las mujeres siempre se toman todo de un modo personal (concluyó).
V: No es cierto (replicó Victoria con calma).  Te aseguro que Francisco Barrios no posó su mano sobre mi rodilla de manera personal te lo aseguro.

Marcos rio divertido.

M: Victoria, te puedo asegurar que eso tenía una doble intención, más bien personal, muy personal
Marcos salió de la cocina sin dejar de reír para volver poco después empujando el cochecito del bebé.  Cogió a Lautaro del regazo de Victoria y lo colocó dentro del cochecito, luego lo llevó al lado de la mesa.  Lo dejó allí y fue a sacar una botella de vino del porta vino.  El bebé empezó a llorar.
M: Oye, oye nada de llantos, muchachito (le reprendió Marcos).  Tu madre dice que sólo das la lata de las tres y media a las cuatro y media de la tarde y se supone que debes ser un ángel el resto de la tarde y noche.  Ya son más de las cinco, así que a sonreír.
Lautaro miro a Marcos con sus ojos suspicaces y luego continuó gimoteando.  Victoria le entregó su anilla de plástico y el bebé dejó de llorar.

M: ¿Lo ves? (dijo Marcos).  No importa lo que tu madre no te haya enseñado, tienes intuición maternal.  Siempre consigues tranquilizarlo.
V: Le tranquiliza su juguete.

Marcos rio entre dientes y descorcho la botella.  Llenó dos copas largas y las llevó a la mesa, luego sacó dos platos y se sentó enfrente de Victoria.

M: Tú dirás lo que quieras, Fernández, pero es un hecho irrefutable que las mujeres son mejores madres que los hombres.
V: Esa no es la cuestión (replicó Victoria, incapaz de reprimir una sonrisa).
M: ¿Cuál es entonces?  Las mujeres se convierten en madres.  Ese es otro hecho que deben aceptar.  No estoy diciendo que eso las vuelva inferiores, pero debes aceptar los hechos.  La mayoría de las mujeres se quedan embarazadas a la larga y abandonan el trabajo, como lo hizo Rhonda Culpeper.
V: Yo no soy Rhonda Culpeper (aclaró Victoria, sin preocuparse en añadir que dentro de algunos años quizá se encontrara en la misma situación que Rhonda, es decir, tratando de compaginar la maternidad con su carrera profesional).

La madre de Victoria había decidido continuar trabajando después de que naciera ella y aunque ésta podía entender la decisión de su madre, esta decisión había dejado su marca en su niñez.  Las cosas eran diferentes ahora, no obstante.  Era más aceptable valerse del servicio de guarderías y niñeras disponibles.  Aunque tenía la convicción que los padres deben participar más activamente en el cuidado de sus hijos.
¿Por qué su mente no dejaba de desviarse en esa dirección?, se preguntó Victoria.  Desde que había oído los lamentos de un bebé en su despacho, no había dejado de pensar en la maternidad.  Todavía no quería ser madre, ni siquiera quería pensar en la posibilidad de ser madre.

Pero parecía que el niño que estaba sentado en su cochecito apretando con una mano la anilla mientras intentaba al mismo tiempo meterse los cinco dedos de la otra manita a la boca, estaba ejerciendo un hechizo mágico en ella.  El tenerle en su regazo no la había llenado de sabiduría maternal, pero sí de ternura.

M: ¿Tú que vas a hacer cuando te quedes embarazada?  Es muy posible que también dejes el trabajo.
V: ¿Quién dice que voy a quedarme embarazada? (replicó Victoria, después de dar un sorbo a su vino).  En realidad, eres tú quien debiera estar haciendo esa pregunta.  ¿Qué vas a hacer con tu trabajo mientras tengas aquí a Lautaro?

Marcos contempló al aludido y reflexionó un momento.

M: Hoy es jueves.  Supongo que me tomare el día libre mañana y luego viene el fin de semana...
V: Y luego vendrá el lunes y, ¿qué vas a hacer?  Más vale que empieces a buscar información sobre guarderías o niñeras.  No querrás que todo mundo en P&D piense que eres inferior porque tienes que quedarte en casa con un bebé en lugar de ser un emprendedor y activo asesor financiero.

Los ojos de Marcos lanzaron chispas al mirar a Victoria con una mezcla de indignación e inquietud.

M: Ya pensaré en algo (murmuró).  Espero que para el lunes ya haya regresado Carol.

La tentación de preguntarle algo acerca de la madre del pequeño era muy grande, pero Victoria la reprimió dando un mordisco a su pizza.  Masticó, tragó y torció el gesto.

V: La pizza helada está horrible (dijo al fin).
M: La pizza helada es mi máximo logro culinario (contestó Marcos).  La próxima vez preparas tú la cena.
V: ¿Quién ha dicho que va a haber una próxima vez? (Victoria dio un largo sorbo a su vino y sonrió).  Al menos el vino no está malo (dio otro sorbo y miró a Marcos por encima del borde de su vaso).  Entonces, mientras estés con Lautaro en casa, yo tendré que hacer todo el trabajo del asunto Barrios, ¿no es así?
M: Podremos trabajar juntos (mantuvo Marcos).  Podrías tenerme informado por teléfono y…
V: ¿Tenerte informado sobre qué?  ¿Sobre cuánto he hecho mientras tú estás aquí haciendo de niñera?

Marcos se metió en la boca un trozo de pizza y reflexiono mientras masticaba.

M: Los dos podríamos trabajar aquí, si estás dispuesta (sugirió).  Tengo teléfono y ordenador.  Podríamos diseñar un plan de trabajo para llevarlo al Departamento de Investigación de Mercado el lunes.

Victoria le miró con expresión de burla.

V: Si te quedas encerrado aquí con conmigo y Lautaro los próximos días, ¿a quién le contarás tus chistes verdes?

Marcos cogió su vaso y lo alzó, pero sus ojos se quedaron fijos en Victoria.  Victoria se dio cuenta de que Marcos lo estaba desafiando y sus hoyuelos de su sonrisa eran la señal de que le gustaba el reto.  Marcos un trago a su vino, dejó el vaso y preguntó:
M: ¿Has oído ya el chiste de la vendedora ambulante y el hijo del granjero?

Victoria le miró con los ojos muy abiertos.

V: ¿Realmente hay un chiste sobre una vendedora y un hijo de granjero?

Marcos asintió y su sonrisa se hizo más amplia.

V: Vaya, parece que hemos progresado mucho (dijo Victoria evidentemente divertida).  Una vendedora y el hijo del granjero… uf…
M: Si friegas los platos te lo contaré (prometió Marcos).
V: Vaya con el progreso (masculló Victoria).  ¿Por qué debo ser yo quien los friegue?
M: No tienes que fregarlos, solo enjuagarlos y meterlos en agua con jabón (ante la mirada de la joven, añadió).  Después de todo, yo he preparado la cena.
V: ¿Le llamas preparar la cena a calentar una pizza?

Marcos rio de buena gana.


M: Toma otro trozo, Victoria (ofreció).  Y bebe más vino.  Me temo que la mayoría de mis chistes no son muy graciosos, pero si bebes un poco más, podría hasta hacerte sonreír (volvió a llenar las copas de ambos).  Espero que no me juzgues frívolo si te digo que deberías sonreír más a menudo.

Victoria adoptó una actitud defensiva.

V: Sonrío con la frecuencia suficiente.
M: No es cierto (debatió Marcos con expresión seria).  Y si tengo que atiborrarte de vino y contarte todos los chistes verdes de mi repertorio para conseguir que sonrías un poco más, lo haré.
V: Creí que no ibas a flirtear conmigo (dijo Victoria con expresión recelosa y los labios apretados).
M: No estoy flirteando contigo (le aseguró Marcos).  Sólo estaba diciendo la verdad.  Ya me odias, así que no tengo mucho que perder siendo sincero contigo.
V: No te odio (añadió Victoria con creciente nerviosismo).
M: ¿Me aborreces?  ¿Me detestas?  ¿Te soy antipático?  ¿Qué término prefieres o haz elegido?

Victoria apretó los labios.  Apartó su silla y se puso de pie.

V: Me voy (anuncio).
Marcos también se levantó y le puso una mano en el hombro para retenerla en su sitio.

M: ¿Tienes miedo?
V: Claro que no.
M: Entonces quédate.  Friega los platos mientras yo cambio el pañal a Lautaro, luego trataremos de dormirle para poder planear la estrategia de Barrios Software.  Prometo que no trataré más de hacerte sonreír.

Victoria le miró por un momento, y, sin saber por qué, quiso sonreír para él.

V: Fregaré los platos (accedió, con voz apenas audible pero más firme de lo que deseaba).  Y terminare mi vino y luego me podrás contar tu estúpido chiste, y ya te haré saber si vale una sonrisa.  No te tengo miedo. Guerrero, pero no suelo sonreír a menos que sienta deseos de hacerlo.
M: Dios me libre de una mujer empecinada (gruñó Marcos sonriendo). 

No era su habitual sonrisa seductora, sino más bien era una sonrisa amistosa, franca.  Los labios de Victoria se curvaron en las comisuras y no hizo ningún esfuerzo por resistir el reflejo.  No, no era un reflejo.  Su sonrisa era real, tan sincera como la de Marcos.  No tenía miedo de él, ni siquiera cuando la tocaba o cuando sus ojos se clavaban en los de ella, de manera profunda e intensa.  Simplemente deseaba compartir con él una sonrisa.  Una sonrisa sincera, casi amistosa.
Victoria accedió a quedarse para trabajar en el contrato de Francisco Barrios….

Continuará….


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