Capítulo
10
Marcos echó la
cabeza atrás y soltó una carcajada.
M: ¿Tú también? (preguntó
entre risas). ¡Y yo que estaba tan admirado
de ti porque no me habías preguntado nada sobre Lautaro!
Victoria sonrió.
V: Entonces retiro
la pregunta (dijo, su sonrisa desapareció y su expresión se volvió seria al
añadir). ¿Sólo porque me consideras
discreta me has pedido ayuda con Lautaro?
M: No (dijo él,
le soltó la mano y se puso de pie). Es
quizá la razón principal, pero no la única.
Antes de que
Victoria pudiera indagar algo sobre las otras razones, él empezó a recoger los
platos para llevarlos al fregadero.
V: ¿Vas a fregar
tú los platos esta noche? (preguntó Victoria).
M: Supongo que
tendré que hacerlo. No he cocinado, de
modo que no puedo utilizar otra vez esa excusa.
Lautaro se
removió y comenzó a gemir. Victoria vio
un babero y se lo extendió en el hombro. Luego levantó al bebé y lo acunó contra su
pecho. Sentía lástima de él, por tener
una madre tan inestable. Pero quizá Lautaro
no mereciera su compasión. Había sido
bendecido con un tío dispuesto sin duda a cuidar de él, sin importarle las
conjeturas que pudiera propiciar en el trabajo.
Comenzó a mecer
al bebé en sus brazos y él dejó de gimotear. Marcos cerró el grifo y se secó las manos.
V: Marcos (aventuró
Victoria). ¿Por qué has dicho que me
merezco cualquier explicación que pueda haber?
Marcos se acercó
a ella y la cogió de los brazos.
M: Creo que
sabes la razón (dijo con expresión enigmática y le dio un beso en la frente,
luego la soltó y se dirigió a la puerta). Ahora que Lautaro está tranquilo, quizá
podamos trabajar un poco (sugirió con voz suave mientras salía de la cocina,
cambiando el tema).
Ambos evitaron hablar
de temas más personales y se dedicaron a trabajar sobre el contrato de Barrios.
V: Ya no me
puedo concentrar (anunció Victoria, dejando a un lado la libreta en la que
estaba tomando notas), no doy más.
Miró a Marcos.
Eran casi las
diez de la noche; habían trabajado sin parar durante más de tres horas.
M: ¿Cansada? (preguntó
él, alzando la mirada de los papeles que estaba leyendo).
V: Exhausta (Victoria
se desperezó lánguidamente, luego movió la cabeza de un lado a otro para
aflojar los músculos del cuello).
Marcos la
observó con atención, como tratando de adivinar la causa de su fatiga. Ella no había pasado una mala noche cuidando a
un bebé llorón, después de todo. Pero
reprimió el impulso de preguntar.
M: ¿Qué tal te
sentaría una taza de café? (sugirió).
Ella sonrió con
ironía.
V: Viniendo de
ti, no es una invitación muy tentadora.
M: Nadie se ha
muerto por tomar café instantáneo.
V: Nadie se ha
muerto por aprender a preparar verdadero café (replicó Victoria). ¿Para qué compraste una cafetera si no querías
aprender a usarla?
M: No la compré (respondió
él). Alguien me la regaló.
Se movió al
decir esto, bajó la mirada y la fijó en la chimenea, que se encontraba al otro
lado de la habitación. La actitud de
Marcos le pareció evasiva a Victoria, incluso un poco avergonzada.
V: Sin duda te
la regaló una amiga, ¿verdad?
Marcos se volvió
a mirarla, con una enigmática sonrisa.
M: ¿Qué te hace
pensar eso?
V: Oh, no sé (dijo
Victoria con un exagerado encogimiento de hombros). ¿Quién si no podría regalar una cafetera? Debió ser alguien que pensaba pasar aquí
algunas noches pero no soportaba la idea de tomar café instantáneo al
levantarse por la mañana.
M: Apuesto que
eres una de esas personas quisquillosas que no se pueden pasar sin tomar una
taza de café auténtico por la mañana (comentó Marcos). ¿Me equivoco?
Victoria rio de
buena gana, pero no contestó nada. Marcos
se incorporó y la miró de frente.
M: ¿Qué tiene de
particular que yo tenga una vida social activa? (preguntó con tono acusador). ¿Es un crimen que un soltero de treinta y
cuatro años reciba en su casa alguna amiga para pasar la noche de vez en
cuando?
V: ¿De vez en
cuando? (preguntó Victoria con escepticismo, sin dejar de reír). Sin duda el Juan Tenorio de la compañía está
siendo demasiado modesto.
Marcos la miró
con ojos entornados. Parecía estar
controlando la ira. Después de respirar
hondo, dijo:
M: No sé cuál es
tu fuente de información, Victoria. Pero
puedo asegurarte que mi reputación es mucho más excitante que mi vida real. Como te he dicho antes, la mitad de las cosas
que se dicen sobre mí son falsas.
Victoria se
asombró por el interés que parecía tener en convencerla de su decencia; estaba
asombrada y conmovida. Le sorprendía aún
más que los ojos de Marcos brillaran con tal intensidad a pesar de su evidente
fatiga y que la opinión que ella pudiera haberse formado de él le importara
tanto.
V: En realidad,
no he oído hablar tanto de ti (dijo). Pero
te he visto en acción.
Marcos abrió la
boca, pero inmediatamente la cerró, como si hubiera decidido pensar mejor lo
que quería decir.
M: ¿Te refieres
al hecho de que te besara ayer? (preguntó con voz apacible).
No era a eso a
lo que se refería Victoria. Se refería a
las veces que le había visto sonreír a las secretarias con intención seductora.
Continuará….
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