lunes, 20 de enero de 2014

Capítulo 6


Capítulo 6

M: ¿Es así como besas a los hombres que no te caen bien? (preguntó Marcos cuando sus bocas se apartaron).

Su brusco comentario bastó para romper el hechizo.

V: Suéltame (gruñó ella, controlando con dificultad el deseo de abofetearle).

Marcos mantuvo firmemente sus brazos alrededor de la joven y cuando se apoyó contra el borde de la mesa, sus largas piernas atenazaron las de ella.  No podía escapar.  Esta vez no era el deseo lo que se lo impedía sino la fuerza de los brazos masculinos y la presión de sus piernas.  Estaba furiosa con él por ser tan fuerte.

M: Lo que he querido decir, Victoria, es que no te disgusto tanto como tratas de aparentar (murmuró él, colocando un dedo bajo la barbilla de la joven para hacerla levantar la cara hacia él).  Quizás incluso te guste un poco (añadió con su sexy sonrisa).
V: No estés tan seguro.
M: Puedes decir lo que quieras, Fernández, pero la reacción de tus labios no ha podido ser más significativa.

Inclinó la cabeza para besarla otra vez y ella se opuso con todas sus fuerzas, sorprendido por su brusco movimiento, Marcos la soltó.  Victoria fue hasta la puerta y allí se aferró al quicio para controlar el impulso de salir intempestivamente del apartamento.  Hacerlo sería como admitir que le tenía miedo, y no se lo tenía, y aunque así fuera, nunca permitiría que él lo descubriera.  Pero no le temía, se juró a sí misma.  No le temía en lo más mínimo.
La respiración de Marcos era todavía más agitada de lo normal mientras la miraba.

M: ¿Qué te pasa?  ¿Por qué huyes de esa manera? (preguntó con tono frustrado).  ¿Te dolería mucho admitir que te ha gustado mi beso?
V: No tengo la menor intención de convertirme en otra más de tu lista, Guerrero.

Marcos alzó los ojos al cielo.

M: ¿Por amor de Dios, Victoria!  ¿Eso es lo que crees que está sucediendo aquí?
V: No sé, ni me importa lo que está sucediendo aquí (dijo ella con voz trémula, pero apacible).  Te he visto flirtear con todas las mujeres de la compañía y no voy a darte el gusto de completar tu colección de conquistas.

Marcos optó por emitir un suspiro y sonreír.

M: Al menos eres constante (comentó por fin).  La primera vez que te besé, inventaste toda clase de excusas ridículas para huir de mí.  Y ahora estás haciendo lo mismo.

Victoria tardó un minuto en recobrarse del asombro que le causó saber que Marcos no había olvidado aquel beso furtivo de hacía cuatro años.  Sintió la tentación de interpretar sus palabras como un elogio velado, pero no lo hizo.

V: Aquella vez ambos estábamos borrachos (observó ella con tono seco).
M: No es cierto, es una excusa más (rebatió él).  Yo estaba perfectamente sobrio (aventuró un paso hacia ella).  Tú también lo estabas.  
V: Yo había tomado demasiado ponche y...
M: Y esta noche has tomado demasiado vino (observó Marcos).  Y sigues totalmente sobria.  Tienes aguante para la bebida, Fernández.  Las mujeres borrachas no me gustan, tú me gustas.  Me gustaste entonces y me gustas ahora mucho más.

Victoria no estaba segura de cómo debía reaccionar ante tan franca declaración.  Aunque por lo regular apreciaba la franqueza en los demás, no sabía cómo hacer frente al evidente reto que Marcos le estaba lanzando.  El hecho era que él también le gustaba, y mucho.

Pero en aquella ocasión también había conseguido disgustarla.  Rápidamente, revivió aquel momento en su memoria,

*** Inicio del Flashback***
Después de que él la besara y murmurara contra su pelo algo así como que se alegraba de que la joven se uniera al cuerpo de secretarias.  Ella le dijo que no era secretaria.  Él trató de adivinar lo que era: procesadora de datos, supervisora de códigos, perforadora, cocinera de la cafetería, miembro del personal de consejería.  Cualquier cosa, excepto lo único que debiera haber supuesto si considerara a las mujeres como sus iguales: una asesora financiera, especializada en asuntos de mercado.

Y luego, cuando ella le había dicho cuál puesto ocupaba en la empresa, él había mostrado incredulidad.  ¡Era imposible!  ¿Una dama tan atractiva como ella?  ¿Asesora de finanzas? ¿Con quién se había acostado para obtener el puesto?

La furia había comenzado a bullir en su interior y casi explotó cuando él comentó:

M: Vaya, lo que necesitábamos ¡Otra frágil y sensible mujer en nuestro departamento!

Ella le había pedido que la llevara de nuevo a la fiesta.  O mejor, que la acompañara a su propia oficina para coger su abrigo y luego le señalara el camino al estacionamiento subterráneo, donde se encontraba su coche.  No llevaba tiempo suficiente en la compañía como para conocer el camino.

Marcos había aceptado su petición de ayuda como prueba de que era una pobre mujer inútil.  Había aceptado su ira como prueba de que era sensible.  Y luego había tenido el descaro de abrazarla y decir:

M: Pero, qué diantres... es navidad y este cuarto está lleno de muérdago imaginario.  Así que no perdamos la oportunidad…

Casi le había abofeteado, pero, en lugar de ello, había salido de su despacho y, después de algunos intentos fallidos, había encontrado el suyo.
*** Fin del Flashback***

V: Me insultaste (dijo ahora, su voz tan distante como el momento que había revivido en su memoria).

Marcos pareció desconcertado.

M: Decirte que me gustas no es un insulto.
V: Quiero decir en aquella ocasión.  Yo tenía una buena razón para huir, como tú dices.  No había nada de ridículo en mi conducta.
M: Al diablo con aquella ocasión.
V: Ahora también tengo buenas razones para irme (declaró ella con firmeza).

Marcos avanzó otro paso hacia ella y la agarró del brazo.

M: Veamos, quiero saber cuáles son esas razones.

De repente, Victoria no supo cuáles podían ser las razones que la impulsaban a dejar a Marcos.  No podía aducir las que la habían impulsado a escapar hacia cuatro años.  Y ahora... al mirarle, sólo veía su adorable maraña de pelo ensortijado y el irresistible brillo de sus ojos.  Olió la mezcla de colonia y talco infantil.  Pensó en el enorme oso de peluche que había comprado y su habilidad para cambiar pañales y su franca admiración por el trabajo que ella había realizado para el asunto Barrios.  No obstante, debía haber alguna buena razón para alejarse de él.

V: Tenemos que trabajar juntos.
M: ¿Y eso qué?

Marcos le acarició con el pulgar el pliegue interno del codo.  Victoria nunca había imaginado que aquella pudiera ser una zona erógena.  Sintió que su cuerpo se ponía tenso cuando una cálida oleada de deseo la invadió.

V: No crees que los hombres y las mujeres sean iguales.
M: No lo son.  Somos muy diferentes, gracias a Dios.

Su declaración reafirmó la resolución de la joven.

V: Pues bien, no permitiré que un palurdo con mentalidad paleolítica como tú, trate de seducirme, Guerrero.  He ahí una buena razón.  No me gusta la opinión que tienes sobre las mujeres.  No me gusta tu actitud.
M: Pero te gusta besarme.

Victoria consiguió esbozar una sonrisa.

V: No quieres que te tome como objeto sexual, supongo.  Creo que te gustaría que te apreciara tanto por tu mente como por tu cuerpo.  Y si no respeto tu mente, Marcos, no sacaré provecho de tu cuerpo.

Marcos la miró con una sonrisa traviesa y divertida en los labios.

M: En este momento, Fernández, creo que no me importa mucho que respetes o no mi mente (confesó).  Si alguna vez deseas tomarme como objeto sexual, estoy más que dispuesto a darte gusto.  ¿Quieres café?
V: No, gracias (rechazó Victoria, decidiendo que lo más sensato sería irse en el acto).
M: Es tu café (le recordó Marcos).  Tú lo has hecho.
V: Tómalo tú.  Debe ser agradable tomar café de verdad en lugar del instantáneo.

Marcos la miró durante largo rato en silencio y luego la acompañó fuera de la cocina.  Hizo una pausa en la sala para reunir todos los papeles relacionados con el asunto de Barrios Software, los metió en su carpeta y luego la condujo hasta la puerta, la abrió y preguntó:
M: ¿Estás segura de llegar sin problema hasta tu casa?
V: Estoy sobria.  Tú mismo te has dado cuenta de que el alcohol tarda mucho en afectarme.
M: ¿Podrás encontrar el camino a tu casa desde aquí?
V: Creo que puedo darle mi dirección al Remisero.

Su interés, en lugar de ser ofensivo, resultaba conmovedor.

V: Llegaré bien a casa, Marcos, gracias (dijo ella).  No te preocupes por mí (descendió un escalón y se volvió para preguntar).  ¿Tú estarás bien? Con el bebé, quiero decir.
M: Creo que sobreviviré.
V: Bien (ansiosa unos minutos antes por dejar la casa de Marcos, ahora permanecía allí en el frío aire de la noche de octubre, sin decidirse a marcharse).  Me ocuparé de poner en marcha el contrato para Barrios Software mañana por la mañana y luego empezaré con los preliminares del plan.
M: Yo trataré de trabajar un poco aquí (prometió Marcos).
V: Bien... (Victoria dio un paso por el sendero empedrado hacia la verja del edificio y luego otro).  Buenas noches.
M: Gracias, Victoria.
V: ¿Por qué?
M: Por todo (Y desde el marco de la puerta la vio caminar por el sendero).  En especial por no preguntar (murmuró antes de que ella desapareciera en la oscuridad).

Continuará…


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