Capítulo
6
M: ¿Es así como
besas a los hombres que no te caen bien? (preguntó Marcos cuando sus bocas se
apartaron).
Su brusco
comentario bastó para romper el hechizo.
V: Suéltame (gruñó
ella, controlando con dificultad el deseo de abofetearle).
Marcos mantuvo
firmemente sus brazos alrededor de la joven y cuando se apoyó contra el borde
de la mesa, sus largas piernas atenazaron las de ella. No podía escapar. Esta vez no era el deseo lo que se lo impedía
sino la fuerza de los brazos masculinos y la presión de sus piernas. Estaba furiosa con él por ser tan fuerte.
M: Lo que he
querido decir, Victoria, es que no te disgusto tanto como tratas de aparentar (murmuró
él, colocando un dedo bajo la barbilla de la joven para hacerla levantar la
cara hacia él). Quizás incluso te guste
un poco (añadió con su sexy sonrisa).
V: No estés tan
seguro.
M: Puedes decir
lo que quieras, Fernández, pero la reacción de tus labios no ha podido ser más
significativa.
Inclinó la
cabeza para besarla otra vez y ella se opuso con todas sus fuerzas, sorprendido
por su brusco movimiento, Marcos la soltó. Victoria fue hasta la puerta y allí se aferró
al quicio para controlar el impulso de salir intempestivamente del apartamento.
Hacerlo sería como admitir que le tenía
miedo, y no se lo tenía, y aunque así fuera, nunca permitiría que él lo
descubriera. Pero no le temía, se juró a
sí misma. No le temía en lo más mínimo.
La respiración
de Marcos era todavía más agitada de lo normal mientras la miraba.
M: ¿Qué te pasa?
¿Por qué huyes de esa manera? (preguntó
con tono frustrado). ¿Te dolería mucho
admitir que te ha gustado mi beso?
V: No tengo la
menor intención de convertirme en otra más de tu lista, Guerrero.
Marcos alzó los
ojos al cielo.
M: ¿Por amor de
Dios, Victoria! ¿Eso es lo que crees que
está sucediendo aquí?
V: No sé, ni me
importa lo que está sucediendo aquí (dijo ella con voz trémula, pero apacible).
Te he visto flirtear con todas las
mujeres de la compañía y no voy a darte el gusto de completar tu colección de
conquistas.
Marcos optó por
emitir un suspiro y sonreír.
M: Al menos eres
constante (comentó por fin). La primera
vez que te besé, inventaste toda clase de excusas ridículas para huir de mí. Y ahora estás haciendo lo mismo.
Victoria tardó
un minuto en recobrarse del asombro que le causó saber que Marcos no había
olvidado aquel beso furtivo de hacía cuatro años. Sintió la tentación de interpretar sus
palabras como un elogio velado, pero no lo hizo.
V: Aquella vez
ambos estábamos borrachos (observó ella con tono seco).
M: No es cierto,
es una excusa más (rebatió él). Yo
estaba perfectamente sobrio (aventuró un paso hacia ella). Tú también lo estabas.
V: Yo había
tomado demasiado ponche y...
M: Y esta noche
has tomado demasiado vino (observó Marcos). Y sigues totalmente sobria. Tienes aguante para la bebida, Fernández. Las mujeres borrachas no me gustan, tú me
gustas. Me gustaste entonces y me gustas
ahora mucho más.
Victoria no
estaba segura de cómo debía reaccionar ante tan franca declaración. Aunque por lo regular apreciaba la franqueza
en los demás, no sabía cómo hacer frente al evidente reto que Marcos le estaba
lanzando. El hecho era que él también le
gustaba, y mucho.
Pero en aquella
ocasión también había conseguido disgustarla. Rápidamente, revivió aquel momento en su memoria,
*** Inicio del
Flashback***
Después de que
él la besara y murmurara contra su pelo algo así como que se alegraba de que la
joven se uniera al cuerpo de secretarias.
Ella le dijo que no era secretaria. Él trató de adivinar lo que era: procesadora
de datos, supervisora de códigos, perforadora, cocinera de la cafetería,
miembro del personal de consejería. Cualquier
cosa, excepto lo único que debiera haber supuesto si considerara a las mujeres
como sus iguales: una asesora financiera, especializada en asuntos de mercado.
Y luego, cuando
ella le había dicho cuál puesto ocupaba en la empresa, él había mostrado
incredulidad. ¡Era imposible! ¿Una dama tan atractiva como ella? ¿Asesora de finanzas? ¿Con quién se había
acostado para obtener el puesto?
La furia había
comenzado a bullir en su interior y casi explotó cuando él comentó:
M: Vaya, lo que
necesitábamos ¡Otra frágil y sensible mujer en nuestro departamento!
Ella le había
pedido que la llevara de nuevo a la fiesta. O mejor, que la acompañara a su propia oficina
para coger su abrigo y luego le señalara el camino al estacionamiento
subterráneo, donde se encontraba su coche. No llevaba tiempo suficiente en la compañía
como para conocer el camino.
Marcos había
aceptado su petición de ayuda como prueba de que era una pobre mujer inútil. Había aceptado su ira como prueba de que era
sensible. Y luego había tenido el
descaro de abrazarla y decir:
M: Pero, qué
diantres... es navidad y este cuarto está lleno de muérdago imaginario. Así que no perdamos la oportunidad…
Casi le había
abofeteado, pero, en lugar de ello, había salido de su despacho y, después de
algunos intentos fallidos, había encontrado el suyo.
*** Fin del
Flashback***
V: Me insultaste
(dijo ahora, su voz tan distante como el momento que había revivido en su
memoria).
Marcos pareció
desconcertado.
M: Decirte que
me gustas no es un insulto.
V: Quiero decir
en aquella ocasión. Yo tenía una buena
razón para huir, como tú dices. No había
nada de ridículo en mi conducta.
M: Al diablo con
aquella ocasión.
V: Ahora también
tengo buenas razones para irme (declaró ella con firmeza).
Marcos avanzó
otro paso hacia ella y la agarró del brazo.
M: Veamos,
quiero saber cuáles son esas razones.
De repente,
Victoria no supo cuáles podían ser las razones que la impulsaban a dejar a
Marcos. No podía aducir las que la
habían impulsado a escapar hacia cuatro años.
Y ahora... al mirarle, sólo veía su adorable maraña de pelo ensortijado
y el irresistible brillo de sus ojos. Olió
la mezcla de colonia y talco infantil. Pensó
en el enorme oso de peluche que había comprado y su habilidad para cambiar
pañales y su franca admiración por el trabajo que ella había realizado para el
asunto Barrios. No obstante, debía haber
alguna buena razón para alejarse de él.
V: Tenemos que
trabajar juntos.
M: ¿Y eso qué?
Marcos le
acarició con el pulgar el pliegue interno del codo. Victoria nunca había imaginado que aquella
pudiera ser una zona erógena. Sintió que
su cuerpo se ponía tenso cuando una cálida oleada de deseo la invadió.
V: No crees que
los hombres y las mujeres sean iguales.
M: No lo son. Somos muy diferentes, gracias a Dios.
Su declaración
reafirmó la resolución de la joven.
V: Pues bien, no
permitiré que un palurdo con mentalidad paleolítica como tú, trate de
seducirme, Guerrero. He ahí una buena
razón. No me gusta la opinión que tienes
sobre las mujeres. No me gusta tu actitud.
M: Pero te gusta
besarme.
Victoria
consiguió esbozar una sonrisa.
V: No quieres
que te tome como objeto sexual, supongo. Creo que te gustaría que te apreciara tanto
por tu mente como por tu cuerpo. Y si no
respeto tu mente, Marcos, no sacaré provecho de tu cuerpo.
Marcos la miró
con una sonrisa traviesa y divertida en los labios.
M: En este
momento, Fernández, creo que no me importa mucho que respetes o no mi mente (confesó).
Si alguna vez deseas tomarme como objeto
sexual, estoy más que dispuesto a darte gusto. ¿Quieres café?
V: No, gracias (rechazó
Victoria, decidiendo que lo más sensato sería irse en el acto).
M: Es tu café (le
recordó Marcos). Tú lo has hecho.
V: Tómalo tú. Debe ser agradable tomar café de verdad en
lugar del instantáneo.
Marcos la miró
durante largo rato en silencio y luego la acompañó fuera de la cocina. Hizo una pausa en la sala para reunir todos
los papeles relacionados con el asunto de Barrios Software, los metió en su
carpeta y luego la condujo hasta la puerta, la abrió y preguntó:
M: ¿Estás segura
de llegar sin problema hasta tu casa?
V: Estoy sobria.
Tú mismo te has dado cuenta de que el
alcohol tarda mucho en afectarme.
M: ¿Podrás
encontrar el camino a tu casa desde aquí?
V: Creo que
puedo darle mi dirección al Remisero.
Su interés, en
lugar de ser ofensivo, resultaba conmovedor.
V: Llegaré bien
a casa, Marcos, gracias (dijo ella). No
te preocupes por mí (descendió un escalón y se volvió para preguntar). ¿Tú estarás bien? Con el bebé, quiero decir.
M: Creo que
sobreviviré.
V: Bien (ansiosa
unos minutos antes por dejar la casa de Marcos, ahora permanecía allí en el
frío aire de la noche de octubre, sin decidirse a marcharse). Me ocuparé de poner en marcha el contrato para
Barrios Software mañana por la mañana y luego empezaré con los preliminares del
plan.
M: Yo trataré de
trabajar un poco aquí (prometió Marcos).
V: Bien... (Victoria
dio un paso por el sendero empedrado hacia la verja del edificio y luego otro).
Buenas noches.
M: Gracias,
Victoria.
V: ¿Por qué?
M: Por todo (Y
desde el marco de la puerta la vio caminar por el sendero). En especial por no preguntar (murmuró
antes de que ella desapareciera en la oscuridad).
Continuará…
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